¿En cuantas ocasiones usted se ha enfadado con alguien porque éste no satisfacía sus necesidades presintiéndolas exactamente? Creemos que los demás por el simple hecho de conocernos, o de vivir junto a nosotros, por el mismo compartir el paso del tiempo, han de adivinar aquello que necesitamos. Y cuando no lo hacen, se lo reprochamos y nos enojamos con ellos. Nuestro prójimo no tiene por qué adivinar nuestras necesidades, no tiene por qué elucubrar hipótesis con aquello que podemos estar pensando. No son brujos con poderes sobrenaturales para ver lo que está sucediendo en nuestro interior. Esperar esto de ellos, es esperar de más. Desengáñese, mejor, y en vez de esperar egocéntricamente que las otras personas, su esposo, su hijo, su amigo de toda la vida,... profeticen lo que usted desea para hacer cuanto esté en su mano para cumplirlo, repare en lo presuntuoso de estas esperanzas. Y piense, que si fuera efectivamente así, ellos también esperarían esa conducta de usted. S