USTED TIENE UN PROBLEMA Y ES USTED

Imagine.
Usted tiene un problema y lo quiere solucionar.
Pero en su planteamiento el problema no es nada que tenga que ver con usted, sino que parte por completo de los demás.
Y usted quiere no tener ese problema.
¿Qué hace?
Intenta presionar a los demás para que se responsabilicen del problema y usted se quede tranquilamente sin hacer nada. Considera que el problema es por culpa de ellos, y por tanto, ellos son los que han de ponerse a correr.
Sin embargo, usted no puede, aunque lo intente con denuedo, cambiar a los demás. En el mejor de los casos puede influirles pero no cambiarles. Ese hecho les compete exclusivamente a ellos.
Bueno, bueno. 
Quizá alguien cambie a la fuerza, o para no tensar más las cosas, o porque no quiera herirle con la verdad, pero es seguro que independientemente de sus acciones, en su fuero interno, sus antiguas ideas subsistan y no haya en verdad cambiado nada para sí. Por tanto, ese cambio no es en absoluto fiable y se tornará en su contra tarde o temprano, ya que lo que uno es acaba emergiendo.Y usted se encontrará entonces otra vez con el problema que quería que resolvieran los otros.
Usted tiene una manera de ver, una experiencia personal de cómo son los hechos. Digamos que una verdad privada.
Y respecto a esos mismos hechos, los demás tienen también su propia visión personal.
Cuando ambas son demasiado discrepantes entran en pugna, y surge: el problema.

Y hemos dicho, que una tentativa suya consiste precisamente en obligar a los otros a que cambien su versión del problema y se queden con la suya porque es suya.

No hablamos de que usted ve las cosas objetivamente, al contrario, su "yo" está muy implicado en esa manera de forzar a las personas porque siente que si no lo consigue tendrá alguna pérdida.

Pero ya ve qué pasa.
Los demás son como son. Y no quieren cambiar a la fuerza. Más bien cambian cuando ellos ven la necesidad de hacerlo. 
Y si lo hacen empujados por usted se dará cuenta de una cosa. 
De que ese cambio no es real, de que la situación es artificial y el tiempo se la mostrará tal como es, trayéndole las misma inercia que le arrastró al problema que intentaba arreglar. Añadiéndole ahora un nuevo problema a su vida, el de la actitud con la que esta persona se dirigirá a usted quizá de enfado cuando vuelva a presentarse el problema y usted le pida que cambie otra vez.
Además, cuando usted empuja a los otros a que cambien, dese cuenta, empuja. Y ¿a quién le gusta que le empujen? ¿Se da cuenta?
Además, cuando les increpa para que cambien, ellos van a entenderlo como un intento de manipulación y se van a resistir todavía más a cambiar para evitar así satisfacerle a usted.
Y sepa algo más todavía.
Cuando usted va por ahí apremiando a los demás a que cambien, a que sean y hagan lo que usted quiere, lo que usted piensa que es correcto, quizá va a conseguir que las cosas sean como usted quiere, por un tiempo. No obstante, las cosas no cambiarán porque nada cambiará en usted, que es de donde en realidad parte el único cambio posible.
Para que las cosas cambien en primer lugar ha de cambiar usted. Sólo así sucede el milagro.
Vaya, vaya.
Así, parece ser que lo único que usted puede es cambiarse a usted mismo, mudar sus pensamientos, tramitar de otra forma sus sentimientos, aprender a responder de otra manera a cuanto le acontece. Abrir su mente e incorporar otros puntos de vista sin sentir el peligro de que usted pierda algo. 
Y sólo entonces es muy probable que el cambio se acabe notando en su vida.
Por lo que, es mejor no caer en el envite de culpar a las cosas que le suceden. Ah sí, porque eso también lo hace. A veces la culpa es de las cosas: de la mesa por estar ahí en medio y golpearse con ella; de este bolígrafo que se acaba la tinta cuando más lo necesita,... 

En fin, ya sabe.

Igualmente, usted también debe dejar de culpar a los demás del problema en el que se encuentra, y de solucionarlo queriendo cambiar usted a los otros.
Necesita parar con todas esas culpas, con todas esas exigencias que le hacen no captar el fondo del problema porque lo rechaza y lo quiere esquivar.
Acepte que ésa es por ahora su realidad. Ésa y no otra. Que le está pasando lo que le está pasando y no lo que usted fantasea. Deje de distorsionar las cosas y vea tal como son, sin que usted se haga trampas para ganar.
No huya, necesita ahora acoger cuanto le está ocurriendo y darle espacio a esa realidad, a ese problema. Abrazarla y observarla. Y la manera de admitir esa realidad es apropiándose de la responsabilidad nuevamente, de la que usted ha puesto fuera, en los demás, y hacerla otra vez suya.
Empodérese. Tome de nuevo su responsabilidad sobre el asunto que le preocupa.
Y después con esta responsabilidad ya en sus manos, usted tiene que ver qué puede hacer para mejorar esa situación. Usted.
Porque, de otro modo, si usted no acepta lo que le sucede, si continúa negando la realidad, usted no va a conseguir que las cosas cambiaen y saltar sobre ese problema. Su miedo va a continuar ahí y usted se va a mantener sufriendo apegado a todo lo que teme perder y el momento va a convertirse en algo agotador y difícil.
Si de otra manera, usted asume lo que tiene delante, sin rechazo ni apego, viendo las cosas objetivamente, ¿entiende?
Como un observador imparcial que contempla todos los flancos del problema, si intenta conocerlo bien, busca cómo sosegarse, y da pequeños pasos para ir afrontando esa situación en vez de verla en bloque, interrogándose sobre lo que puede hacer para no empeorarla y llevándolo a término, entonces, poco a poco notará que usted se irá deslizando ante las nuevas circunstancias, aprendiendo a vivir en ellas, soltando poco a poco lo conocido para incluir lo novedoso. Y paulatinamente lo nuevo se le irá tornando familiar, y por tanto, menos peligroso.

Y en estos pasos usted ya habrá iniciado el cambio, no los demás, usted. Recuerde los demás igual lo ven distinto o no quieren cambiar. Hablamos de usted. De este modo, usted se desliza a través de nuevas opciones y entonces empezará a notar que va dejando de estar tan asustado.

Llegar aquí implica llevar a cabo una acción responsable y confiada. Quizá quería que cambiarán los demás porque a usted le da miedo hacer concesiones, salir de su propio y conocido punto de vista. Es normal.
Pero bueno, nadie habla de que esa acción se dé sin miedo. Usted siente miedo -cierto- pero actúa, en eso consiste el valor. Lo correcto no ha de quedar acallado, o no realizado, porque una emoción aflictiva le paralice. 
El valor no es no tener miedo, el valor es que usted tome la decisión de enfrentar ese miedo, de modo que haga lo que tiene que hacer porque es lo que tiene que ser hecho, asumiendo que sean cuales sean las consecuencias que vengan, usted va a poder con ellas porque dispone de capacidad y resistencia.
Y si en algún caso, esas capacidades no bastaran, usted va a poder seguir interrogándose hasta encontrar en su interior cómo puede llegar a adquirirlas.
Por supuesto, que habrá momentos en que la incertidumbre de lo de fuera intentará penetrar en su interior y lo amenazará con desestabilizarle. Hay problemas de todo tipo. Puede contar con ello.

En esos casos, usted tendrá que entrar todavía más en introspección, mirar hacia adentro, y analizar cómo hizo en otras situaciones dificultosas para encontrar recursos para superarlas. Tendrá que ver qué es lo que hizo, dialogar con usted mismo y ver qué es lo que puede hacer ahora. Cómo puede disminuir su sufrimiento cómo puede soportar esa transición.


Cuando hay un problema es que hay algo que no está bien.

Los problemas no se equivocan.
Están ahí para que algunas cosas sean cambiadas.
Y ese cambio se inicia dentro de nosotros.