¿QUÉ SE PUEDE HACER CUANDO NADA SE PUEDE HACER?




Hay vidas más sencillas que otras.

Es una afirmación contrastable, bastaría con levantar la vista y echar una ojeada a nuestro alrededor.

Hay personas que enfrentan un cáncer terminal, otras viven sometidas a las oscilaciones a las que les impulsa una ira que busca una salida, otras luchan denodadamente por salir a la calle sin sentir pánico, otras viven ancladas en un temor corrosivo por miedo a sufrir, a que otros les dañen, otras permanecen aprisionadas en vidas sobre las que la elección es ínfima, otras sufren una enfermedad crónica que les va profundizando en un cansancio físico y mental y creen que no pueden con una gota más de dolor, otras están muy solas, quizá hay gente, pero están solas, otras padecen el solo_yo_importo de algún otro y se van muriendo por dentro como se marchita una flor, otras subsisten sumidas en una desolación sin horizonte, tal vez sin trabajo desde hace mucho tiempo, ahondando en el convencimiento de que cualquier expectativa es una quimera en la que mejor ya ni creer, otras se duelen aquí, o allá, o nadie las escucha, o se sienten manipuladas y encadenadas por su propia necesidad, otras viven entre agravios, entre gritos y alcohol, otras se consumen a través de la heroína o marihuana, esperando pasivamente un punto y final, otras cabalgan entre el sinsentido y la nostalgia, entre el deseo de que todo cambie y el pavor de los mismos días iguales, otras no hacen nada, solamente observan a su alrededor, tal vez a este mundo, un poco sordo para este tipo de asperezas.

¿Qué se puede decir?

Señor, señora, joven, hay vidas más sencillas que otras. Sin embargo, la resignación no es la mejor opción cuando se puede cambiar lo que nos hace sufrir, o al menos, influir algo, aunque sea una parte mínima.
Podemos emprender múltiples acciones, trazar planes, gestionar junto a otros, buscar gente que conozca nuestro problema y haya salido de él. Podemos mejorar nuestras circunstancias.

Por tanto, si ese es su caso, le diría: “Hágalo, implemente acciones que le sitúen en un mejor lugar, aprenda cosas que le ayuden en ese cometido, y trabaje con ahínco en esa dirección”.
Pero no siempre es así.
Le he dicho que hay vidas más sencillas que otras.
A veces, usted puede encontrarse en mitad de un Dédalo interminable, a oscuras, sin la mínima luz que le asista. En ocasiones, uno siente que el dolor no tiene interrupción, que tan pronto termina un problema empieza otro.
Tal vez.

La tentación es huir. Escapar.
Nadie desea sufrir. El masoquismo es del dominio patológico.
Queremos estar bien, no mal.
Pero hay problemas que no se modifican. Usted puede pelear con ellos por años y van a seguir ahí. ¿Por qué? Porque hay situaciones que escapan a nuestro control.
Entonces, luchar desgasta mucho. Consume todas nuestras energías.

¿Qué se puede hacer cuando nada se puede hacer?

Cuando nada se puede hacer aparecen emociones muy turbulentas. Miedo, angustia, ira, ansiedad, una tristeza desgarrante, celos, envidia. Unas y otras emergen con violencia de nuestro interior.

Es la primera batalla a librar.

Intentarán imponérsele para que usted no se aperciba de la realidad, para que usted continúe viviendo en un autoengaño.

Por ejemplo, si usted siente mucha ira es muy probable que esa misma emoción le impida ver otras: su ira oculta la tristeza que sentiría si su rabia no estuviera en primer término.
Si usted contemplara su tristeza directamente tendría que permanecer un tiempo en ella, con todo el dolor que ello supone, y descubrir de dónde surge, cuál es su causa.

Quizá se pueda hacer algo o quizá no. Si es que no, su rabia aumentará. Y si lo observa un poco más su tristeza también. Y lo mismo para el miedo. Detrás de la ira siempre suele aparecer un miedo. Un miedo que uno piensa que no podrá manejar. Un miedo que da miedo.
Y nos asustamos.
Si usted se asusta mucho deja de sentir ira. Se produce una transición.Un salto de una emoción a otra y así empieza a ir saliendo de ella.

Cuando usted experimenta estos estados emocionales, sus transiciones, cuando los sigue sin más, empiezan a hacerse más livianos.
No sucede rápidamente. Usted los contempla y si los puede expresar, tal vez escribiendo un rato, dejan de pesar tanto. Para ello necesita en silencio, estar conectado a lo que está sintiendo, sin opinar, simplemente viéndolo.
En ese instante, sus temores, su abatimiento, su cólera, se amortiguan. Usted las mira y ve hacia dónde le llevan.
No se expone públicamente, porque en esas circunstancias es fácil no poder autocontrolarse y que usted termine reaccionando a la provocación de otro. Si tiene a alguien de confianza, acuda a él, exprésese, abra su corazón si puede hacerlo.

Recuerde.

Hay vidas más sencillas que otras. No digo mejores, sino más simples.
No debe obsesionarse. La dificultad nos da profundidad y nos permite conocer nuestra mente y el mundo. Pasará una vez y otra, no es fácil, necesita permanecer en ellas, sin escapar, estar a solas presente.
Como le decía, primero aparecen estas emociones que irrumpen e intentan hacerse con el control para tenerlo entretenido. Es nuestra programación.

Cuando usted ya ha sobrepasado estas emociones, no las ha evitado, ni las ha potenciado con más pensamientos autofrustrantes, ni rumiando machaconamente sobre su situación de víctima en el mundo, bien, cuando usted es capaz de estar triste, o enojado, o metido en su miedo sin querer escapar, entonces en ese instante ya empieza a ver otras cosas. Usted no puede volcar sus emociones sobre otros porque esto añadirá complicación y turbulencia a su vida pero tampoco puede guardárselas en us interior porque enfermaría. Necesita expresarlas en su intimidad, sentirlas. Ahora ya sabe.
Puede vivir entre ellas sin que le desgasten y le dejen sin fuerza. Están ahí, no hay duda, pero usted sigue con su vida.
Empieza a comprender su situación.
Es otra cara con la que se nos muestra la vida. En realidad, sus caras son infinitas.
Usted asume lo que hay, lo acoge, le hace un hueco y sigue para adelante.

Imagine su vida sin ese problema.
¿Qué haría?
Conteste.
Pues eso que haría sin ese problema, usted lo hace.
Eso es tirar para adelante, señor, señora.
Usted conoce su circunstancia, sabe de su problema, no lo niega, ni tampoco sus emociones.

Cuando nada se puede hacer, ¿qué se puede hacer?

Eso, exactamente. Hacer.
Y ese hacer lo ha de definir cada uno de ustedes, siendo conscientes de las limitaciones, de que en ese entretiempo perderán el control de sus emociones y éstas perturbarán su mundo y su visión personal de él. Tendrán que sentirlas, sin reaccionar a ellas. Y dedicar ese impulso, su energía a vivir la vida que les gustaría dentro de lo que le ha tocado experimentar.
No una vida irreal de postal, no un sueño infantil de que todo ha de ser fácil, no la idea caprichosa de que todo resulte de color de rosa.
Ese hacer depende de lo que usted va haciendo con aquello sobre lo que nada puede hacer.
Siga su camino. 
Dentro de los problemas en los que está, encuentre pequeñas acciones que no empeoren la situación.
Y siga su camino.
Si hay un tiempo que subir, sube.
Cuando haya que bajar, baja.
En el desierto, en la lluvia, en la monotonía, con gente, sin ella, siga caminando.
Camine.
Pero no huya.