En la vida nos encantan algunas cosas mientras que otras nos desagradan. Por ejemplo, nos gusta nuestra casa, no está mal pero nos parece que no se acaba de adaptar a lo que queríamos. Es demasiado pequeña, o demasiado fría, o demasiado alejada del centro, o no tiene apenas jardín, o le falta una habitación o la cocina es demasiado angosta. Está bien, sí, pero no es la mejor ni alcanza todo lo que puede imaginar nuestras expectativas y por tanto quedamos insatisfechos a la espera de que aparezca una oportunidad para cambiar de domicilio y comprar otra mejor. Lo mismo sucede con nuestra propia vida. Queremos ser los más guapos, los más ricos, los más inteligentes, los más simpáticos, los más virtuosos, los más envidiados, y por ello nos criticamos mucho en nuestro fuero interno, cuando nadie nos ve si no lo logramos. Tomamos la medida de lo que somos, o de lo que "deberíamos" ser mediante esas milongas de lo que nos hemos creído o nos han querido vender. Nuestr