Tenemos miedo, sí. Hay que aceptarlo. No es preocupación ni inquietud ni ansiedad. Esos son subproductos, generados por una causa mayor. Es miedo, sí, miedo. Miedo a nuestro jefe, a que nuestro esposo se canse de nosotros y nos deje, a desilusionar a nuestros padres, a nuestros hijos, a que la gente nos etiquete mal, a fallar, a hablar en público, a no hablar, a la opinión de la gente, a los silencios, al compromiso, al amor, a vivir, a las consecuencias,... Observe como en todas esas situaciones existe un temor a que nuestra autoimagen quede dañada o que nuestras expectativas no sean atendidas, y por ello, no queremos correr el riesgo. Quisiéramos cambiar y sentirnos seguros pero nuestra posición es muy inestable. Tememos a los hombres, a las mujeres... Sentimos terror ante la posibilidad de equivocarnos, tenemos pavor al fracaso, y también miedo al éxito... Nos aterra perder el empleo, perder el control, perder... Tememos al sí, al no, hasta al quizá,...