NO ME LO ESPERABA DE USTED

A veces nos sentimos desengañados, no porque en nuestra vida aparezcan problemas, ya que estos constituyen un aspecto natural e intrínseco a la misma sino porque tropezamos con las consecuencias de alguien que ha excedido un límite o no ha asumido su responsabilidad o directamente entra en un conflicto directo con nosotros sin esperárnoslo. 

Todo y que tal y como se nos presenta a los sentidos el mundo está allí fuera, y en ciertos aspectos resulta muy aprehensible, en realidad la construcción, o más bien, reconstrucción, que hacemos de él termina siendo una construcción muy personal.

Vivimos la vida en nuestra cabeza, nuestros sentidos interactúan con el mundo, cierto, pero la elaboración que hacemos de las cosas que nos suceden pasa por el filtro de nuestra mente. De algún modo, somos lo que pensamos.


Si usted piensa que es un fracaso como individuo, que sus proyectos son ridículos, que sus capacidades dejan mucho que desear, que cualquiera puede desempeñarse mejor y que los demás no le valoran... usted está edificando esa misma realidad pensamiento a pensamiento, piedra a piedra, y en la medida en que usted junte muchos ejemplos en ese mismo sentido, ese modo de pensar contribuirá a que su actuación esté desprovista de firmeza de manera que las cosas las realizará titubeante y sus acciones se darán fuera de la confianza.


El inconveniente será que convierta estos pensamientos en bloques que se vayan haciendo más sólidos, rígidos y difíciles de remover.


Pero vea, si usted se fija exclusivamente en ese lado oscuro que los demás le apuntan, si busca y rebusca únicamente en aquellos ejemplos que confirman esta percepción sesgada negativamente no será extraño que finalmente sienta la propia torpeza en la que le coloca ese pensar destructivo, de alguna manera usted está ayudando a crear esa trampa en la que después caerá.


El lenguaje no es baladí, construye una realidad mental sobre la que más tarde se reacciona.

Usted puede dulcificar su lenguaje de cara a conseguir transitar por sus pliegues sin que ninguna de sus aristas termine dañándole. Lo que decimos y cómo lo decimos modula la forma de abordar las circunstancias.

Obviamente, puede decir que está en problemas, que le han surgido unos cuantos inconvenientes con los que verá qué hace si es que hay algo que se pueda hacer, que se enfrenta a un difícil desafío pero no imposible, que hay aspectos personales que precisan ser reformulados, repensados, en vez de señalar catastróficamente que está desbordado por la situación y que no va a poder con ella.


Usted puede tener numerosos defectos, o mejor aún, puede trabajar sobre aquellos flancos personales que le suelen poner en múltiples complicaciones que desearía ahorrarse, pero puede dedicarse a esa labor sin estridencias, sin levantar tanto polvo en el camino, tratándose afectuosamente y con decoro en vez de ver en sí mismo a alguien que no tiene remedio.


Debemos corregir nuestros errores, nuestras malas actitudes con calidez, como el que llama la atención de un niño y con paciencia ve cómo aprende.

La cuestión es no entrar a funcionar en modo pánico de manera que su amígdala no detone ofreciendo una respuesta automática de agresión o huida, más propia de situaciones en las que su vida peligra físicamente. Eso es lo que consigue el arrebato, el enfado, y la autoagresión, el no perdonarse nada, la autorrecriminación.


Por tanto, vea, hablamos de ser concisos, en el sentido de describir, sin aumentar ni disminuir, lo que nos sucede. Así, usted no añade nada al hecho para no deformar la situación que tiene delante y así poder comprenderla en su sentido más integral. De ahí, la relevancia del ángulo que dibuje el lenguaje en ese intercambio.


Pero cuando le digo, dulcificar, edulcorar, es solamente en este sentido, en el de mantener pacíficas las emociones, no en el de distorsionar, o peor todavía, negar, la experiencia ya que ello nos situaría en el terreno movedizo del autoengaño.


Por tanto, tropezar con piedras, esquivarlas, saltarlas, rodearlas, e incluso caerse con ellas, forma parte de la historia que uno se puede contar y asombra en el sentido de que a veces uno no las ve. Así es a menudo sólo somos capaces de ver y anticipar aquello que esperamos y nos acabamos llevando una buena sorpresa...

Este es el caso de la desazón que nos produce el impacto de las palabras de alguien en quien creíamos, las expectativas desbaratadas, los platos rotos inesperados... porque a veces, el tiempo nos descubre como decía aquel que: "nadie ofrece tanto como el que no cumplirá".

Y esto es así en muchos sentidos: en el personal, en el familiar, en el social, en el laboral, en el político,... Son muchos los aspectos del mundo sobre los que carecemos de control directa o indirectamente. Por citar uno, no podemos controlar lo que los demás piensan o hacen.

Lo que sí está en el ámbito de lo que podemos hacer es darnos cuenta de que lo que sí nos pertenece enteramente son nuestras acciones. Y para actuar correctamente hay que partir de un pensamiento también correcto. Como decía aquel, no se puede vivir una vida positiva con una mente negativa. Y es verdad.

El sufrimiento que nos pueden causar los demás queda mediado por la decisión de qué hacer con él: alimentarlo generando más sufrimiento con una respuesta airada y ésta es una mirada sin compasión o, de otra forma, tomar consciencia de que los hechos hablan de un sufrimiento, no el mío, ni el del otro que hiere porque también está herido, sino sencillamente de que hay un sufrimiento y ver qué podemos hacer para que no continúe.

De cualquier modo uno tiene un compromiso personal de no mentirse, por lo que siempre contrastará los hechos con la realidad de esos mismos hechos, desgranando lo que es expectativa, lo que es deseo, lo que es odio, inquina, desapasionamiento, malevolencia, proyección propia, o ardor sin más. 

Uno a veces puede dejar las cosas como están, porque no dañan más que a uno y ese dolor es llevable, porque no son graves, porque nadie más se ve perjudicado o porque el otro cesó con ese comportamiento disruptivo, pero  eso no significa que haya sido manipulado ni engañado por nadie. 

Creo que desde tiempos inmemoriales es así, siempre hay quien paga los platos rotos, alguien es señalado con el índice, no se trata tanto de buscar culpables porque desde la culpa solamente obtenemos individuos infantilizados a los que se le premia o se les quita una carga. Aprender es algo muy distinto y particular.

Como seres sociales lo que importa es tomar consciencia de que de nuestras elecciones en la vida se deriva una responsabilidad insoslayable. Piénselo antes de responder cuando alguien le haga sentirse defraudado.