NO TIENE POR QUÉ RESIGNARSE A PERDER
O usted tiene un trabajo con un jefe que es un verdadero dolor de tripas, que sólo le aporta infelicidad, pero rehúsa buscar otro empleo o establecerse por su cuenta.Vive emponzoñado en esa toxicidad y no hace nada al respecto, se conforma aunque se va llenando por dentro de desilusión y resentimiento.
O usted vive con una pareja que le maltrata sistemáticamente, cada día es un un poco peor al anterior. Sin embargo no es capaz de romper ese vínculo venenoso. El dolor, la humillación aparecen omnipresentes mientras que usted se queda ahí, atemorizada, indecisa, avergonzada y termina deprimiéndose y permaneciendo callada y pasiva.
O usted perdió su empleo de forma inesperada, perdió su empleo y no encuentra otro. No encuentra otro y se va adentrando sigilosamente en la pobreza. La suma de "no-s" se le empieza a hacer insoportable. Quizá terminó de cobrar la ayuda que le tocaba y ya no hay más. Usted se siente abatido, ha perdido ya la esperanza de salir a flote, se siente anestesiado e incapaz. Cree que no puede, que no puede, que no puede más...
Su entorno quizá no entiende cómo se siente usted. No es sencillo comprender desde arriba cómo es estar abajo, como se vive cuando se abandonan todas las ilusiones y uno va introduciéndose en la oscuridad del que quiere desaparecer.
Tal vez piensan que es perezoso, que no tiene voluntad, que es un vago, que es muy flojo, que no tiene remedio o que es un masoquista recalcitrante.
Y en esos pensamientos usted llega al convencimiento de que todas esas etiquetas solamente cuentan la verdad.
Tal vez piensan que es perezoso, que no tiene voluntad, que es un vago, que es muy flojo, que no tiene remedio o que es un masoquista recalcitrante.
Y en esos pensamientos usted llega al convencimiento de que todas esas etiquetas solamente cuentan la verdad.
Escuche lo que le voy a decir.
Escúcheme.
No se resigne también a aceptar esa definición que los demás dan de los hechos. No lo haga porque no es así, no lo es. No, no.
Lo que le sucede es que usted HA APRENDIDO A PERDER, ha aprendido a pensar que su lucha es inútil, que nada de lo que haga servirá para cambiar las cosas, que cualquier esfuerzo es inútil, que no vale la pena, ha aprendido a que es mejor no hacer porque el hacer deja todo como estaba, ha aprendido que es vano pensar que tiene algo de su parte, y en ese aprender que ha hecho usted ya no ve las soluciones donde existen potencialmente porque está bajo los efectos de esa “indefensión aprendida”. Ha aprendido a no defenderse, ha aprendido el desamparo, que nada vale nada y de ese no hacer ha hecho un hábito que es como una segunda piel a la que se ha acostumbrado y que por el mero paso del tiempo ya ha hecho suya.
Pero debajo de esa piel que enmascara quien usted cree que es, hay alguien que está por descubrir.
Usted cree que ha perdido el control para cambiar o si más no para afrontar con solvencia los eventos importantes de su vida. Usted tiene que redescubrir algo que ha quedado oculto, que las capas de desolación ha ido tapando y tapando y ese es quién es verdaderamente usted.
Tiene que recuperarlo, pero cuando uno está abajo, cuando se habla desde el hoyo el pensamiento no se tiene claro, la preocupación lo abarca todo y cuesta mucho ver cuál es el camino para remontar. Por tanto, le pediré que por ahora no se esfuerce intentando dilucidar qué puede hacer para mejorar su situación. Esto va a ser complicado con una mente casi apagada por la desesperanza. Le pediré más bien que siga el movimiento más suave, más acorde al momento, y que por tanto haga solamente aquello que no va a empeorar su situación actual.
¿Comprende?
Si está dejando de levantarse pronto, vuelva a hacerlo, si está comiendo compulsivamente o descuidadndo las comidas vuelva a la racionalidad, si dejó de hacer deporte, renueve su compromiso de volver a realizarlo, si tiene tareas que hacer no las demoré por su estado de ánimo, hágalas igualmente, no se abandone. Si asiste a un casal, a un curso, si tiene pequeñas responsabilidades, no las evite porque esté sumido en la desesperación. Piense, eso sí, cómo desbrozar los hechos hasta encontrar pequeñas acciones, no grandes, pequeñas, que consigan pequeños cambios, no cree expectativas enormes que queden fuera de la realidad porque le hundirán más cuando no se cumplan, insista en que debe asumir un punto de vista positivo dentro de toda la desgracia en la que está inmerso, y tenga paciencia para soportar la situación. Explore, aprenda algo nuevo, piense en opciones que no había contemplado y tome el impulso de hacer.
Cuando la adversidad nos golpea fuerte, cuando uno ha dado todo por perdido, cuando se abandonan todas las esperanzas, cuando el miedo desaparece, sucede algo.
Algo que puede ser sorprendente.
Se ve por primera vez la vida sin la maraña del miedo, se vive haciendo lo que se tiene que hacer porque tiene que ser hecho y un peso desaparece de golpe.
Cambie lo que se pueda cambiar y acepte lo que no es susceptible de cambio, pero pruebe en ese caso, otra cosa. No se quede como está, aislado en un rincón como se dejan las cosas que ya no se usan.
Decía aquel que lo más difícil en la adversidad no es sobrevivir, sino mantenerse humano.
En esta parte del mundo, la carencia no mata a casi nadie, sin embargo usted continua en esa desidia en la que la desolación es su mejor compañía es posible que termine pensando en sucumbir al abrazo mortal a que lo entrega el suicidio. Y ve en él una salida a su dolor, una solución a todos esos problemas que siente que le sobrepasan y que no acabarán nunca. Esa es una posibilidad. Es la que da una mente mal enfocada, que se convierte en una pistola que lo apunta a usted. Debe cambiarla antes de que enloquezca y dispare. Es su mente, y solamente usted puede hacerlo.
Se lo digo siempre, podemos mejorar nuestras condiciones, quizá no tanto externamente pero sí internamente. Podemos educar a nuestra mente, enseñarle a comprender que lo bueno y lo malo pasa, que todo pasa y cuando pasa no parece tan grave.
Luchar, o incluso aceptar que la lucha no es posible, pero aún así debemos indagar cómo podemos todavía ser felices. Porque vea, lo que nos da verdadera felicidad no es caro, no vale dinero. Piénselo.
Sobrevivir no es difícil, lo difícil es mantenerse humano. Recuérdelo.
Escúcheme.
No se resigne también a aceptar esa definición que los demás dan de los hechos. No lo haga porque no es así, no lo es. No, no.
Lo que le sucede es que usted HA APRENDIDO A PERDER, ha aprendido a pensar que su lucha es inútil, que nada de lo que haga servirá para cambiar las cosas, que cualquier esfuerzo es inútil, que no vale la pena, ha aprendido a que es mejor no hacer porque el hacer deja todo como estaba, ha aprendido que es vano pensar que tiene algo de su parte, y en ese aprender que ha hecho usted ya no ve las soluciones donde existen potencialmente porque está bajo los efectos de esa “indefensión aprendida”. Ha aprendido a no defenderse, ha aprendido el desamparo, que nada vale nada y de ese no hacer ha hecho un hábito que es como una segunda piel a la que se ha acostumbrado y que por el mero paso del tiempo ya ha hecho suya.
Pero debajo de esa piel que enmascara quien usted cree que es, hay alguien que está por descubrir.
Usted cree que ha perdido el control para cambiar o si más no para afrontar con solvencia los eventos importantes de su vida. Usted tiene que redescubrir algo que ha quedado oculto, que las capas de desolación ha ido tapando y tapando y ese es quién es verdaderamente usted.
Tiene que recuperarlo, pero cuando uno está abajo, cuando se habla desde el hoyo el pensamiento no se tiene claro, la preocupación lo abarca todo y cuesta mucho ver cuál es el camino para remontar. Por tanto, le pediré que por ahora no se esfuerce intentando dilucidar qué puede hacer para mejorar su situación. Esto va a ser complicado con una mente casi apagada por la desesperanza. Le pediré más bien que siga el movimiento más suave, más acorde al momento, y que por tanto haga solamente aquello que no va a empeorar su situación actual.
¿Comprende?
Si está dejando de levantarse pronto, vuelva a hacerlo, si está comiendo compulsivamente o descuidadndo las comidas vuelva a la racionalidad, si dejó de hacer deporte, renueve su compromiso de volver a realizarlo, si tiene tareas que hacer no las demoré por su estado de ánimo, hágalas igualmente, no se abandone. Si asiste a un casal, a un curso, si tiene pequeñas responsabilidades, no las evite porque esté sumido en la desesperación. Piense, eso sí, cómo desbrozar los hechos hasta encontrar pequeñas acciones, no grandes, pequeñas, que consigan pequeños cambios, no cree expectativas enormes que queden fuera de la realidad porque le hundirán más cuando no se cumplan, insista en que debe asumir un punto de vista positivo dentro de toda la desgracia en la que está inmerso, y tenga paciencia para soportar la situación. Explore, aprenda algo nuevo, piense en opciones que no había contemplado y tome el impulso de hacer.
Cuando la adversidad nos golpea fuerte, cuando uno ha dado todo por perdido, cuando se abandonan todas las esperanzas, cuando el miedo desaparece, sucede algo.
Algo que puede ser sorprendente.
Se ve por primera vez la vida sin la maraña del miedo, se vive haciendo lo que se tiene que hacer porque tiene que ser hecho y un peso desaparece de golpe.
Cambie lo que se pueda cambiar y acepte lo que no es susceptible de cambio, pero pruebe en ese caso, otra cosa. No se quede como está, aislado en un rincón como se dejan las cosas que ya no se usan.
Decía aquel que lo más difícil en la adversidad no es sobrevivir, sino mantenerse humano.
En esta parte del mundo, la carencia no mata a casi nadie, sin embargo usted continua en esa desidia en la que la desolación es su mejor compañía es posible que termine pensando en sucumbir al abrazo mortal a que lo entrega el suicidio. Y ve en él una salida a su dolor, una solución a todos esos problemas que siente que le sobrepasan y que no acabarán nunca. Esa es una posibilidad. Es la que da una mente mal enfocada, que se convierte en una pistola que lo apunta a usted. Debe cambiarla antes de que enloquezca y dispare. Es su mente, y solamente usted puede hacerlo.
Se lo digo siempre, podemos mejorar nuestras condiciones, quizá no tanto externamente pero sí internamente. Podemos educar a nuestra mente, enseñarle a comprender que lo bueno y lo malo pasa, que todo pasa y cuando pasa no parece tan grave.
Luchar, o incluso aceptar que la lucha no es posible, pero aún así debemos indagar cómo podemos todavía ser felices. Porque vea, lo que nos da verdadera felicidad no es caro, no vale dinero. Piénselo.
Sobrevivir no es difícil, lo difícil es mantenerse humano. Recuérdelo.