¿DECIDIR, NO DECIDIR? ¿SOBRE QUÉ?
Venimos equipados de serie para que nos importe decidir sobre aspectos que consideramos esenciales para nuestra vida. Es un modo de ejercer, o de intentarlo al menos, cierto control sobre nuestro entorno.
Cuando las personas no deciden sobre aquello que consideran significativo, si sienten que no pueden controlarlo, aunque sea mínimamente, terminan por darse por vencidas y, en muchos otros casos, se deprimen
Es fácil de entender: si yo creo, por ejemplo, que puedo cambiar de algún modo las condiciones adversas en las que vivo, trabajo, me relaciono, entonces emprenderé algún tipo de acción encaminada a mejorar mi escenario futuro. Sin embargo, si yo pienso que no hay nada que pueda hacer en ese sentido, entonces me inundará la impotencia y desazón y me quedaré quieto y cada vez más aislado, pues ¿para qué hacer nada cuando nada se puede hacer?.
La desesperanza aprendida es una respuesta inmovilista a los retos ante los que nos enfrenta la vida. Pero entendamos que no se puede todo con querer por la misma dinámica que plantean algunos hechos de la vida. Hay cosas que se pueden cambiar, otras son como son y lo único que queda reservado para sobrellevarlas es que cambiemos de actitud. Son las reglas del juego aceptar su cara y cruz, la alegría y el dolor de vivir.
No decidir es lo que le hacemos hacer a nuestros niños y adolescentes en muchas ocasiones. Y esto es equivocado porque crecen en la abundancia pensando que en la vida no existe la renuncia, la pérdida.Y llegado un momento, entran en el mundo adulto y se traumatizan al ver que toda elección supone una ganancia y una pérdida. Eso es elegir.
Otra opción que se nos puede plantear es que tengamos una multitud de alternativas sobre las que decidir. Contrariamente al sentido común, tener más de todo aquello que nos parece bueno no lo convierte necesariamente en MÁS bueno. Es una cuestión de medida, siendo lo perjudicial tanto no llegar como pasarse.
Tener demasiadas opciones nos puede paralizar, hacer perder un tiempo muy valioso y dejarnos sin saber qué hacer.
Decidir sobre aspectos importantes de nuestra vida, aceptar la parte de renuncia de toda elección, entender las reglas del juego, captar cuando es una opción necesaria y simplifica y cuando viene a complicar la ecuación.
Y sobre todo, entender que funcionamos así, éste es nuestro mecanismo psicológico, precisamos sentir que podemos hacer algo para mejorar nuestras condiciones vitales, en otro caso nos desborda el estrés. Comprendamos también que esa necesidad puede movilizarse desde fuera para explotar y sacar rédito al cómo estamos confeccionados. Por tanto, reflexionemos, cada cual con su cabeza.
BCNpsicologia for MARIA JOSE POZO