AGORAFOBIA O CUANDO EL "COCO" SOY YO

Imagine. Usted va caminando por la calle. Se cruza a lo largo del día con muchas personas. De cada cien, tres de ellas es posible que padezcan este trastorno del que vamos a hablar, en una proporción de dos mujeres por cada hombre. ¿Pero a qué nos referimos exactamente? ¿Qué es la agorafobia? 
La agorafobia es el trastorno resultante ante el miedo que una persona experimenta al encontrarse en situaciones o lugares a los que ésta cataloga como difícil o embarazoso escapar o pedir ayuda. Pensemos en una calle atestada de gente, o en un centro comercial, o en el supermercado del barrio, en un autobús, o en el metro de la ciudad… 
Esta ansiedad puede llegar a desbordar al individuo hasta el punto de provocarle un ataque de pánico. Las palpitaciones, la sensación de que le falta el aliento, los temblores, la opresión torácica, los escalofríos y sofocos, la impresión de sentir nauseas, de estar mareado, en un mundo donde todo parece "irreal", o la sensación inminente de que va a enloquecer, son algunos síntomas que se presentan de manera tan florida en este trastorno. 
La reacción que desencadena la agorafobia nace de la respuesta que damos a esa sintomatología. Si la interpretamos como un simple hecho puntual que obedece a circunstancias muy especiales y concretas, el episodio queda ahí. Sin embargo, cuando esto nos ha sucedido en diversas ocasiones el problema es que establecemos una cadena de causación en la que determinamos que A provoca B, generalizando. Y ahí, empieza el verdadero lío.
Si los síntomas no obedecen a interpretaciones de este estilo como que por ejemplo hoy apenas dormimos, o a que vamos muy cansados últimamente, a que llevábamos demasiada ropa en un metro atestado de gente y sin refrigeración, a un día de demasiado estrés o a que pasamos por una temporada en la que vivimos una acumulación emocional de problemas, sino que atribuimos ese malestar a la propia situación, en sentido estricto, tenemos servido la complicación al anclar nuestro temor a ella. 
En esa circunstancia, si el pánico le entró en el súper, usted no vuelve  o regresa  intentando acortar su estancia en él; si le sucedió en  el tren, busca otra manera de desplazarse o evita cogerlo; si le sucedió en la calle entonces repliega las velas y desde casa intenta que los demás hagan su cometido para no tener que salir. El miedo ha condicionado su respuesta y le lleva a manipular a los demás. No es mala fe pues usted también está siendo manipulado por su miedo. En ese momento, ya hablamos de miedo al propio miedo, o sea, agorafobia.

Por BCNpsicología.
María José Pozo. Psicoterapeuta.