NO SE CONFORME

En ocasiones, la persona solamente nota una presión que le hace sentir que cae.

No sabe qué le ocurre. 

Únicamente, percibe que no se encuentra bien, que el mundo le ha dejado de interesar, que aquellas situaciones o personas que reforzaban su deseo de vivir devienen súbitamente elementos sin importancia y con impacto cero.

Tal vez todo le sonríe. No tiene problemas serios y las cosas parecen irle bien. Sin embargo, ello puede reflejar igualmente que el ambiente es demasiado plano, anodino y falto de estímulos y eso puede hacer que una vida resulte a efectos prácticos deprimentes. 

Demasiados problemas, un conflicto sangrante y abierto, también puede suponer un factor precipitante si cae dentro de un factor de vulnerabilidad personal. El colapso, el no saber por dónde empezar, la sensación perenne de que no se controla en absoluto la propia vida puede suponer un entorno demasiado amenazante que en un momento dado le supera produciendo una fractura interior.

La ansiedad acumulada, el sesgo negativo como manera continuada en el mirar, el bajo afecto positivo que no da cabida a emociones como la alegría, o el amor, el aislamiento buscado del que se autocentra en sí mismo como manera a la desesperada de intentar entender qué le pasa, acaban contribuyendo a ese retiro vital que hace que vaya decayendo más y más.

¿Pero qué más podemos añadir para conocer un poco más del mundo que construye una depresión mental?

Tal vez, podríamos empezar por perfilar un contexto numérico desde el cual ir del uno al todo. 

Veamos.

9 de cada 10 trastornos del estado de ánimo son trastornos depresivos unipolares. Por lo que podemos pensar que la relevancia de esta entidad diagnóstica merece que enfoquemos más el tema.

Por cada hombre que la padece, se dan el doble o tripe de mujeres, no importa la cultura en la que estén inmersos. Se cree que aparte de factores genéticos que pueden incidir, también son importantes estilos de pensamiento ante un estresor psicosocial que suelen ser factores precipitantes. 

Las mujeres tienen tendencia, en general, a ser más rumiativas, de modo que profundizan en sus estados emocionales negativos, amplificándolos. 

Los hombres, por su parte, resultan menos indagadores y afrontan los sucesos estresantes con estrategias evitativas como la distracción mental o realizando otras actividades que los distancien de sus emociones perturbadoras.

A nivel socioeconómico podemos decir que la renta no va a influir en el curso de la enfermedad, al menos directamente, salvo para aquellas personas que estén en una situación de desempleo, o cobrando una ayuda social. En esos casos, la expresión sintomática de este cuadro, se triplica en esta población. 

Además, se ha visto que existe el doble de frecuencia de personas deprimidas en los núcleos urbanos frente a los entornos rurales.

Si bien es cierto que tiene mayor prevalencia entre los 18 a 29 años, el trastorno depresivo puede aparecer a cualquier edad. Las cifras mundialmente apuntan a que la enfermedad va en aumento y que, además, su comienzo se produce a edades cada vez más tempranas. Lo cual tendría que conllevar que hiciéramos una reflexión.

El curso es variable, con recuperaciones completas, recaídas y cuadros crónicos, según el caso.
De hecho tardar mucho tiempo en buscar tratamiento, así como tener problemas económicos pueden ser factores de riesgo para su recurrencia.

La terapia conductual, la cognitiva y la interpersonal han demostrado ser tratamientos eficaces probados empíricamente, pudiendo ser más eficientes incluso que la medicación. Esta parece ofrecer efectos más inmediatos que la terapia psicológica pero los mismos se desvanecen a largo plazo llegando a ser equivalente al placebo. 

No obstante, par cuadros graves o atípicos se considera preferible su combinación. El problema que plantean los psicofármacos es que a menudo las personas no toleran los síntomas asociados a su toma y abandonan o cumplen mal el tratamiento por lo que la enfermedad prevalece. O en otro caso, el clínico ha de probar distintos antidepresivos o combinaciones hasta llegar al que es efectivo.             

La depresión es una enfermedad mental, no es un destino, ni tan siquiera un lugar en el que quedarse. 

Salir es posible.

Un 80 % de los casos lo consiguen. 
El verdadero problema es no hacer nada, lo cual deja la situación mucho peor.

Por María José Pozo

Si usted no puede, de su brazo a torcer y pida ayuda. Si no puede, alguien tendrá que llevarlo a un profesional para iniciar un tratamiento.

La plasticidad neuronal permite el milagro, nuestra mente es plástica.

No se conforme con estar mal.
No se conforme.