DESPERTAR PUEDE SER DURO PERO MERECE LA PENA

Me gusta, cuando camino por la calle, observar lo que sucede a mi alrededor. Las calles están llenas, escuchas, ves y callas.

A pesar de la crisis la gente continua con su vida, con una anormal normalidad.

Vivimos tiempos muy curiosos.

Las diferencias sociales se expanden cada día un poco más alejando a las personas hasta casi situarlas en dos polos enfrentados entre sí, movilizados por el odio y el deseo de romper con todo y desestructurar el sistema a base de golpearlo una y otra vez.

Siempre hay un chivo expiatorio, alguien a quien culpar, unos señalados que sustraen el bienestar de los demás para acapararlo todo. Vaya invento, esa historia es muy antigua.

Unos cuantos se hacen con la mayoría de los recursos y reparten migajas al resto para que puedan ir tirando y además, tengan algo que no quieran perder, y a lo que agarrarse en su desesperación.

No importa que usted tenga un trabajo de mierda, donde le reclaman un sinfín de títulos y experiencia para que después le retribuyan con un miserable sueldo con el que no tiene más que para pagar el techo y algo más, en el mejor de los casos. Se calla y pasa por el aro, porque esto va de comer, porque otros dependen de usted. Le puedo entender.

Si la situación no ha explotado a nivel global es por nuestra propia cobardía y también porque las familias, la red de ayudas a través de entidades sociales, están haciendo de sostén a estas personas. Observo como muchos ayudan y son ayudados, afortunadamente.

Y eso es de agradecer, pero al mismo tiempo, permite que esta situación se perpetúe.

No hablo de revolución, cualquier movimiento de indignación no es suficiente para cambiar el estado de cosas, pues al final ésta se vehicula políticamente a través del odio y el odio no crea ninguna vía de salida real, porque como hemos visto su lucha se realiza desde los mismos parámetros del "yo gano, tú pierdes" y así no vamos a ninguna parte.

El odio engendra más odio.

¿Todavía alguien lo duda?

La necesidad de justicia no puede degenerar en un ajusticiamiento del tipo ojo por ojo, porque lo que se sostiene a la fuerza también cae violentamente.

Organizarse debería ser otra cosa muy distinta, una forma de negación sin otra violencia que la de no aceptar la definición que los todopoderosos han terminado por imponer.

Pero tampoco estoy hablando de lo que se ha venido a llamar ahora, posverdad. Cambiar, retocar, omitir, adulterar los hechos no construye más que nuevas mentiras en las que quedar atrapado.

Solamente entiendo ese cambio desde una nueva idea de educación, en la que se va forjando un nuevo tipo de hombre pero no me refiero a esta educación sectaria y que enfatiza solamente el inventar un individuo adherido a una profesión, sino a la Educación, con mayúsculas.

Educar consiste en darte los medios para pensar por ti mismo. En aprender a respetar, no porque seamos muy buenos, buenistas y lo que esté de moda sea lo políticamente correcto, sino porque sinceramente deseamos lo mejor para todos y por eso somos capaces de poner coto al que se salta las normas para beneficiarse solo, y comprendemos que tenemos que tomar alguna acción para detener la barbarie.

Quizá usted estudió y se ve relegado a empalmar contratos basura con las ETTs. Esas siempre hacen el agosto en tiempos de hambruna...
Quizá usted no pudo ni estudiar porque había que poner el hombro en su casa, o ni se lo planteó porque no le veía mucha perspectiva, o porque las tasas se convirtieron en un obstáculo insalvable, o porque no quiso porque no todo el mundo tiene que ser graduado...

O usted se ha pasado una buena parte de su vida trabajando y al final le metieron en un ERE que lo ha dejado fuera de circulación con 45 ó 50 años.

Cada vez que las cifras del paro bajan los bienestantes se aplauden y los medios hacen de voceros de la gran proeza conseguida. Sin embargo, no explican como parten los trabajos de ocho horas en dos de cuatro, o en cuatro de dos para repartir la miseria al tiempo que sacan a más personas de la lista de desempleados y así el paro baja y baja. O no explican como cuando uno se inscribe en un curso de formación ocupacional le dan de baja como parado, y claro el paro baja, y esos son cursos interminables e inflados de horas para que la gente esté ahí entretenida y pacífica. Por no decir de las empresas de colocación que indirectamente culpan al parado con tener algún defecto a pulir que hace que no entre en el mercado. Y claro, ellos le enseñan y le pulen. Como si la destrucción de empleo no fuera el verdadero motivo...

La verdad, después de tanto curso,el mercado laboral es el que es y en la mayoría de ellos sólo unos pocos tendrán un trabajo discontinuo mientras que otros ni serán contratados una vez.

Pensemos qué sucederá con estas personas cuyos destinos laborales han sido rotos el día que tengan que jubilarse. No llegarán a contribuir al mínimo para completar las cotizaciones. A ver qué pasará, entonces. Porque no habrá abuelos, y los hijos serán los hijos de la penuria.

Pero claro, a mucha gente la única pregunta que le preocupa es a dónde irá este año de vacaciones y poco más. Generalmente, son los que no han sentido directamente en sus vidas el impacto mortal de esta crisis.

Que es más que una crisis económica, es una crisis de valores, también.

Por supuesto, que uno debería formarse pero no exclusivamente porque ello le pueda dar acceso a un buen sueldo el día de mañana sino porque el conocimiento siempre da amplitud y aumenta sus posibilidades pero también uno tiene que desengañarse de cuál será su futuro.

Educarse para convertirse en un ciudadano crítico, no criticón, moral, no espabiladillo, respetuoso y con entendimiento para que no se las cuelen todas y contribuir con su parte de esfuerzo a hacer una sociedad más justa.

Muchas historias personales se han fracturado con esta crisis, de algún modo ha devuelto a algunos a la realidad sacándolos de un sueño de imbéciles. Porque dormíamos un sueño de imbéciles, señores.

Desde luego que otros siguen ahí, roncando, eso también está claro.

Quedan muchos todavía, que nostálgicos esperan que regresen los días de antaño y retornar a sus viejas comodidades, a sus queridas vacaciones, al lujo y a los placeres... y gastar y gastar.

No entienden que los recursos son limitados, que uno no puede comerse su propio futuro ni el de los que vienen detrás, que hay que repartir y dejar de comprar compulsivamente a mansalva. Que la mayoría de lujos son en verdad premios de consolación, que el materialismo no trae la felicidad porque si fuera así los ricos serían los más felices del mundo y es un hecho probado que no es así, su dinero y poder les trae nuevos problemas.

Nos hemos habituado a solamente tener derechos y exigirlos y olvidarnos de las obligaciones. Lo queremos todo, menos las pérdidas. Pero la vida es ganancia y pérdida.

No obstante, lo queremos todo, todo, y eso nos ha hecho egocéntricos y faltos de perspectiva, vivimos en la inmediatez del "yo quiero...." con toda la miopía que supone pensar así.

Pero una crisis debería ponernos en el límite.

En el límite de nuestra tontura.

En el límite de lo que vamos a tolerar.

El límite de nuestros derechos son nuestras obligaciones.

Tenemos la obligación de madurar, basta ya de adultos viviendo una juventud eterna. La línea de la vida sigue una dirección distinta a lo que apunta la publicidad.

Lo normal es hacerse viejo, que las capacidades en general declinen, adquirir una cierta sabiduría que da el haber vivido. Eso es lo normal, no que usted se desenvuelva como un adolescente con esa irresponsabilidad juvenil que es característica de esa etapa de la vida.

No se crea todas esas mentiras con las que se le intenta infantilizar. Y empequeñeciendo a las personas es más sencillo manipularlas, así que tómese la pócima aunque esté amarga y crezca, crezca.

Despierte.

Despertar puede ser muy duro, todo el mundo desea tener un sueño pacífico, y dentro de ese sueño que sus ilusiones se cumplan. Sin embargo, la realidad solamente devuelve un reflejo roto, hecho pedazos.

Las personas se sienten solas y desorientadas, no saben hacia dónde ir, cómo abrirse un camino nuevamente.

Algunas lo intentan, lo veo cada día, y lo veo desde la admiración.
Las veo en la calle, luchan desaforadamente y algunas tiran adelante, otras no, otras muchas no lo conseguirán.

La manera de que la adversidad no le destruya es encontrándole un sentido, integrándola en su historia personal de modo que se pueda acoplar en ella. El sentido nos abre una nueva posibilidad.

La otra forma es a través del amor, no hablo del amor tontuno, ni del deseo hipervalorado del sexo o el placer.

El amor se metaboliza disminuyendo el yo. El amor nos cura.

Recibir el amor de alguien, su apoyo, sus palabras a modo de sostén, compartir con otro ser humano esa lucha por no perder el sentido, por no desaparecer en la inanidad es vital para no hundirse. Saber que uno puede confiar en otro ser humano es uno de los tesoros más valiosos que puede recibir.

Ser amado y amar, amar a alguien te da el poder de empequeñecer las desgracias que te acontecen, ayudar a otros hace que pierdas la noción de ti, que relativices, te da un por qué en un mundo donde prevalece el para qué utilitarista.

La calle muestra los síntomas de nuestra enfermedad, nuestro dolor también queda reflejado en ella.

Muchos otros no tuvieron ninguna oportunidad, nadie los llamó ni ellos tocaron a ninguna puerta. También forman parte del paisaje de nuestras calles. Siembran los parques, sentados en un banco viendo cómo pasa el día.
Siento ahogo, y al tiempo una sensación de libertad indefinida al verlos, consumiendo su vida sentados al sol.

Cuando no tienes nada, tampoco tienes nada que perder y eso te puede convertir en alguien libre.

Aunque también cuando no tienes nada, temes a todo y te haces muy débil y te difuminas hasta desaparecer en el anonimato, o te conviertes en un embaucador para tener algo, o mientes o te dejas explotar y humillar para sobrevivir, y vaya todos toleran esa humillación, o cuando no tienes nada muerdes y repartes hostias a diestro y siniestro, o te echas la culpa de todo y te odias a ti mismo y te quitas de en medio, o te llevas por delante a unos cuantos, o cuando no tienes nada de nada, te vuelves un filósofo solitario un poco a la vuelta de todo y vives con lealtad a los valores en los que crees, que son tres o cuatro básicos...

Te quedas algo solo como les pasa a los locos, que no están tan locos.

Tenemos que despertar, despertar es la única posibilidad, dejar de creer en cuentos, y de hacer cuentas, de que nos mueva el pequeño interés, la baja emoción, afrontar las cosas tal como son, con valor y serenidad.

El cambio que vale es de mente.

Todo cambio empieza ahí.

Necesitamos una nueva mente, soltar esta mente obtusa, egocéntrica y acaparadora, esta mente servil y acrítica.

Necesitamos una mente luchadora y empática, que no huya de la verdad, que sea capaz de vivir en ella, en esta realidad bella y salvaje, y que al mismo tiempo la intente trascender.

Una mente que se niegue a explotar a otro ser humano, respetuosa y compasiva. Una mente que explore nuestras mejores cualidades y sublime nuestras sombras.

Quizá no es demasiado tarde aún.