¿QUIÉN PAGA LOS PLATOS ROTOS?

A veces sentimos frustración, no porque en nuestra vida aparezcan problemas pues estos constituyen un aspecto natural e intrínseco a la misma ya que toda existencia está plagada de surcos. 

Aunque es una cuestión de estilo, el lenguaje puede dulcificar el talante de cara a transitar estos pliegues a los que nos amoldamos. Así decimos que estamos en problemas, que se nos plantean inconvenientes o que enfrentamos desafíos. La cuestión es no entrar a funcionar en modo pánico, de ahí la importancia del ángulo que determina el lenguaje. Pero cuando decimos dulcificar, edulcorar, es en este sólo sentido, no en el de distorsionar o negar lo que tenemos delante ya que esta impostura nos llevaría al autoengaño.

Por tanto, tropezar con piedras, esquivarlas, saltarlas, rodearlas, e incluso caerse con ellas, forma parte de la historia que uno se puede contar y asombra en el sentido de que a veces uno no las ve. Así es a menudo sólo somos capaces de ver y anticipar aquello que esperamos y nos acabamos llevando una buena sorpresa...

Este es el caso de la desazón que nos produce el impacto de las palabras de alguien en quien creíamos, las expectativas desbaratadas, los platos rotos inesperados... porque a veces, el tiempo nos descubre como decía aquel que:"nadie ofrece tanto como el que no cumplirá".

Y esto es así en muchos sentidos: en el personal, en el familiar, en el social, en el laboral, en el político,...
Son múltiples los aspectos del mundo sobre los que carecemos de control directa o indirectamente. Lo que sí podemos hacer es contrastar los hechos con la realidad de esos mismos hechos y de ese balance dirimir qué hacer porque la autoestima se construye desde los hechos y expectativas más reales y supone un deseo de no querer ser engañado ni manipulado por otro.


Siempre hay quien paga los platos rotos, no me refiero a las culpas, pues desde la culpa sólo obtenemos individuos infantilizados a los que se les premia o se les quita algo. Lo que importa es tomar consciencia de que de nuestras elecciones en la vida se deriva una responsabilidad insoslayable.