¿QUIÉN PAGA LOS PLATOS ROTOS?
A veces sentimos frustración, no porque en nuestra vida aparezcan problemas pues estos constituyen un aspecto natural e intrínseco a la misma ya que toda existencia está plagada de surcos. Aunque es una cuestión de estilo, el lenguaje puede dulcificar el talante de cara a transitar estos pliegues a los que nos amoldamos. Así decimos que estamos en problemas, que se nos plantean inconvenientes o que enfrentamos desafíos. La cuestión es no entrar a funcionar en modo pánico, de ahí la importancia del ángulo que determina el lenguaje. Pero cuando decimos dulcificar, edulcorar, es en este sólo sentido, no en el de distorsionar o negar lo que tenemos delante ya que esta impostura nos llevaría al autoengaño. Por tanto, tropezar con piedras, esquivarlas, saltarlas, rodearlas, e incluso caerse con ellas, forma parte de la historia que uno se puede contar y asombra en el sentido de que a veces uno no las ve. Así es a menudo sólo somos capaces de ver y anticipar aquello que esperam