CÓMO AFRONTAR UNA INFIDELIDAD

Todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos visto expuestos a una traición. No es un hecho accidental en las relaciones humanas, sino más bien es bastante habitual que la deslealtad llame a nuestra puerta un buen día.

Nuestros vínculos, especialmente los más íntimos, constituyen una fuente de felicidad pero también de desdicha. 

Por experiencia, sabemos que aquellos que hemos amado, y que nos han beneficiado con su amor, pueden convertirse con el tiempo en personas cuyas acciones nos perjudiquen. Igualmente sucede con nuestros enemigos. Ellos pueden pasar de querer causarnos un mal a compartir la fortuna de una buena amistad.

Con el tiempo, y con las circunstancias que evolucionan en una u otra dirección, lo que nos une y nos separa va moviéndose.

¿Por qué?

Porque la vida es cambiante, y las personas van mudando al unísono. Lo que ocurre es que estos cambios pueden resultar imperceptibles porque se dan paulatinamente o porque sencillamente hemos decidido no verlos.

Decidir no ver es una decisión que puede ser más o menos consciente y que se intenta reprimir infructuosamente. Esa ceguera parcial va a contribuir a que la relación esté desbalanceada y se vaya de la alegría al desaliento sin que haya un motivo evidente. Como veremos, más tarde hemos de tramitar este engaño hacia nosotros mismos, si queremos no repetir de nuevo esta vivencia.

Quizá un amigo en quien confiaba le ha vendido al mejor postor y ha deteriorado su imagen injustamente frente a sus compañeros de trabajo, o tal vez su pareja en quien tenía fe en su lealtad y honestidad le ha engañado con otra persona y se lo ha estado ocultando durante tiempo. 

Todo es posible. 

Estas cosas pasan y nos colocan en situaciones impensadas de forma imprevista.

En esta ocasión abordaremos el tema de la infidelidad en la pareja como traición a la confianza depositada en el par.

Etimológicamente, traicionar viene a significar entregar algo o a alguien al otro. En este dar uno puede encontrarse en manos de quien no le quiere o en un escenario que no es verdad. O sea, le han metido en una mentira y no lo sabe. Es preso de la construcción que el engaño ha edificado en su vida y vive en un universo donde las cosas a las que se enfrenta no son las reales. Y eso le pondrá en consecuencias desfavorables tarde o temprano.

Cuando nos traicionan experimentamos la pérdida personal de lo que teníamos. Comprobamos de golpe como el mundo en el que vivíamos se ha perdido, ya no está, hay una fractura.

Si la deslealtad es sobre un asunto muy íntimo el roto no se puede ya coser. El antiguo mirar ya no vale, la burbuja de la confianza ha estallado y no podemos ver de la misma manera a quien nos ha mentido.

Sin embargo, más tarde es probable que agradezca haber sido expulsado de vivir en las apariencias.

La verdad es el más bonito regalo que nos pueden hacer, tras haber permanecido atrapados en el mundo tergiversado que construye el engaño.

A veces se puede hablar, intentar comprender y reordenar las motivaciones de lo que ha producido esa ruptura de la lealtad pero, en ocasiones, las consecuencias de esta acción llevan a que la relación se rompa.

Es natural que ante esta pérdida, lo que es a todos los efectos una disminución de lo que teníamos, pasemos por un duelo.

Primero, ante el descubrimiento de la mentira hay un tiempo de shock, de no creer lo que a uno le está ocurriendo, de pensar que está engañado respecto a lo que se le está presentando como verdad.

Se juzga que lo que ahora se presenta como verdad es falso y que la ilusión en la que vivía era cierta. La información nueva cuesta asimilar y se mantiene por un tiempo la estructura falsaria antigua. Esto es sólo por un tiempo.

Cuando la realidad aparente cae y pasamos el estado de asombro, de conmoción, entonces se presenta la siguiente  fase del duelo.

Y todo duelo es una discusión interior, una pequeña pelea entre un yo que quiere separarse de aquello que ahora le daña de otro yo, que contrariamente, quiere continuar con lo que tenía, aunque ello se haya convertido en algo insatisfactorio y sin solución.

El impulso de esta riña lo da la emoción de la ira.

Y en este diálogo una parte reprende a la otra por tener deseos opuestos. Una quiere irse y la otra quedarse, una quiere castigar con su ira a quien nos engañó y abusó de nuestra buena fe, mientras que la otra se ensaña sobre uno mismo por querer restablecer una relación que ahora ya es tóxica.

El enfado dentro de uno mismo puede durar mucho tiempo. No hay un intervalo en que podamos decir que pasado desaparezca.

Para estar bien uno ha de trabajar mucho sobre sí, no se engañe.

Las heridas emocionales no las cura el mero transcurrir del tiempo, no. Siento decírselo.

De ese combate interior puede surgir con facilidad un acto de violencia en cualquiera de sus formas, sea física o verbal, o ambas hacia aquello que entendemos como la causa o el origen de nuestro sufrimiento o hacia nosotros mismos en forma de autodesprecio.

Está avisado.

Cuidado.

Sólo se puede evitar llegar a esta circunstancia siendo consciente de hacia donde está actuando nuestra rabia y resentimiento.

La ira trata de aniquilar aquello que la causó, o que permitió que pasara, pretende hacer desaparecer del mapa el objeto o sujeto de la misma. Preste atención hacia una escalada de su ira y pare, deténgase. 

No ponga más violencia en el mundo, esa descarga le puede hacer sentir bien a corto plazo pero a largo plazo no arregla nada y se sentirá miserable.

La ira, la rabia, el rencor, son emociones que pueden enraizarse en sentimientos que perduren durante un largo tiempo. Es una etapa más del duelo que hemos de atravesar.

También puede ser que el yo que acepta la pérdida consiga convencer al que no la acepta. En ese caso, aterriza la tristeza. Otra etapa más.

La tristeza de ver las cosas como son, de contactar con las miserias humanas, al sobredimensionar nuestras expectativas sobre lo que podemos esperar de nosotros mismos y de nuestros congéneres.

La tristeza al tantear la verdad intrínseca de las situaciones y es que todo en este mundo es precario y temporal.

Pero esta tristeza nos lleva hacia un lugar interesante.

¿Cuál?

Detiene esa guerra interior en la que nos habíamos metido sin pretenderlo.

La tristeza nos revela la parte de falsedad que no se mostraba a la realidad, de algún modo nos lleva a despertar.

El duelo descubre dolor y engaño. Las apariencias caen y vemos la realidad descarnada, tal como es. En su sustancia íntima alumbra un mundo provisional en el que todo es susceptible al cambio, absolutamente todo, incluso esa misma tristeza. Lo cual si lo piensa bien, da pie a albergar una cierta esperanza. Aunque es posible que todavía no esté preparado para percibirla.

Durante un lapso la tristeza se torna rabia y después sorpresa, y otra vez tristeza. Y se cree que lo que ocurre no es seguro y uno está sencillamente en un mal sueño. 

Pero no es así, la realidad es tozuda y se acaba por imponer.

Vaya que si lo hace.

Encontrará que no se puede ofrecer nada para que las cosas sean como antes.

Entonces, la persona se da cuenta de que ahora es diferente, y ese es el material con el que ha de ir construyendo ahora el futuro. Un futuro distinto, sí.

Inimaginado.

Si usted continua trabajando en sí mismo, reflexionando sobre lo que sucedió, aceptando las limitaciones que tiene contar con el factor humano, llegará un día en que encontrará que su corazón no está en lucha.

Usted ya no odia, ni desprecia a quienes le perjudicaron, ni tampoco a sí mismo por sus malos sentimientos.

El perdón no redime al que causó el perjuicio. Éste ha de gestionar su propia culpa y padecer él mismo las consecuencias de sus acciones equivocadas e ignorantes.

Lo que sí hace el perdón es permitirle a usted continuar con su vida y sacar toda esa amargura que anidaba en su corazón. 

De esa forma usted se libera de esa situación y puede recuperar la paz en su mente. 

Y una mente pacífica, es una mente clara, que sabe que el amigo puede devenir enemigo, y al revés. Es una mente que conoce el dolor que produce la ignorancia en las personas. ¿Ignorancia de qué? Ignorancia de no saber que estamos aquí para vivir en armonía y estas acciones sólo nos deconstruyen y nos alejan de un mundo mejor.

Ignorancia por desconocer que lo que deseamos muchas veces no coincide con lo que en verdad necesitamos por lo que nos encontraremos al final con la insatisfacción. 

Perdonar es soltar.

Y soltar te hace liviano.

Si usted perdona está abriendo la puerta a una verdadera felicidad. No se puede ser feliz cuando uno siente emociones negativas.

Piénselo.

Trabaje.Trabaje mucho sobre usted.

Usted no puede cambiar a los otros. Los demás son como son y ellos verán si están bien así o quieren ver las cosas de otra forma.

Usted solamente puede cambiarse a usted. 

Si usted cambia, una realidad nueva y mejor se acabará por desplegar.

Créame.

La deslealtad cosecha sinsabores, pero el mayor problema es no entender que se puede llegar al mismo lugar sin causar un daño adicional a otro ser humano a través de la verdad. 

Explicar las cosas tal como son, aunque duelan, ahorra muchos padecimientos futuros. 

Ciertamente, usted está en su libertad de cambiar de opinión, de gustos, de pareja. 

Faltaría más...

El amor no debe atar. 

En cualquier relación uno elige estar o se va, pero no engaña. 

La traición es detestable. El traidor no. 

No es un juego de buenos y malos. Esa manera de ver es simplista y boba.

Pero vea un poco más el interior de la otra parte, de quien le mintió. Tal vez tardó en decírselo porque no quería herirle, porque aunque ya no le amaba, tampoco quería causarle dolor. Mentir fue un error sí porque añadió problemas innecesarios, pero vea que su motivación no era maliciosa. 

Y esta conclusión es importante, porque le ayudará a suavizar sus emociones y a hacerlas menos punzantes, lo que contribuirá a que empatice con ella.

Es cierto que en otros casos la persona puede albergar mala fe, y el engaño no se muestra por el deseo de ésta de no perder nada y mantener su status quo. Puede ser, claro, pero me gustaría que comprendiera que no siempre es por esa razón.

Traiga a la mente todo cuanto les unió en una historia común, vea cómo cuidó de usted cuando se enfermó, cómo sin pretenderlo le impulsó a querer ser mejor persona, recuerde la paciencia que tenía cuando usted estaba nervioso y hablaba y hablaba sin dejar hablar o cómo ayudó a su familia en la dificultad. Rememore la alegría y la luz que trajo a su vida.

Su enfado solamente le muestra los defectos, pero también tenía virtudes. Su mirada ha de ser completa, ha de ver todo como es. Sin negar ningún aspecto.

Esta persona que usted quería, no pierda este detalle de vista, que usted quería, erró pero eso no la convierte en mala.

Las cosas de este mundo empiezan y acaban. A veces duran bastante pero otras no.

Es así.

No culpe a nadie pues todo es transitorio.

No hay nada a lo que agarrarse.

Sea honesto con lo que quiere, y con quien quiere a pesar de que vaya a despedirse. 

Al menos con la verdad esa persona no perderá su tiempo, no irá creándose una expectativa falsa sobre lo que puede esperar, no sufrirá porque le descuadren sus acciones, seguirá confiando en usted y podrán mirarse a la cara porque entenderá que si ya no le ama es imposible encontrar en esa relación un amor de pareja. Ya no. Y esto le ayudará a desapegarse e irse en calma.

Por tanto, no engañe, no.

Piense que si usted miente también a la persona con la que está siendo infiel, porque mantiene dos relaciones paralelas, ésta no le podrá creer en un futuro tampoco. No se fiará de usted, lógicamente.

Así que ahórrese mentir y no diga que lo hace por el bien de nadie, porque tampoco eso es verdad, si profundiza un poco.

Sea más valiente, más valiente, y afronte la circunstancia que tenga delante sin ocultarla porque le incomoda.

Piense en ello.

No se culpe. Ese es un jueguito para no cambiar.

Respete su propia naturaleza. No se dañe. Todo el mundo comete errores. La cuestión es no repetir los mismos.

Estoy convencida de que usted es alguien amable, aunque ignorante.

Por eso, aprenda de una vez por el bien de todos.


Por María José Pozo Vico