PSICÓPATAS DE ANDAR POR CASA


Todos pensamos que somos distintos los unos a los otros, y esto es cierto, pero no es menos verdad que si nos podemos entender es precisamente porque compartimos similitudes por el mero hecho de ser humanos.

¿Pero qué sucede cuando lo único que nos une a otro individuo es la mera apariencia humana? 

Imagine que usted escarba un poco más allá de esta superficial envoltura y empieza a descubrir aspectos que no podría sospechar nunca antes.

Usted un buen día se encuentra con uno de estos sujetos en su trabajo, o tal vez lleva años conviviendo con él en su misma familia, es su padre o su cuñado o su marido y a la luz de este hallazgo usted de golpe comprende la realidad vivida hasta ahora en esa relación, lo entiende en un chispazo,... ¡plas! Y ya nada vuelve a ser igual en su mente.

¿Pero de qué estoy hablando? ¿Qué es eso que usted ha descubierto en esa persona?

Usted se percata de que en esa interacción personal hay una carga añadida artificiosa, impostada, a poco que sigue su conducta a través del tiempo. Ve como su jefe, o su mejor amigo, o su hermano, en realidad cuentan con un espectro muy reducido de emociones y solamente parecen reaccionar a la rabia, a la frustración y a la excitación sexual, a nada más.

¿A nada más?

A nada más, no siente amor, ni culpa, ni experimenta remordimientos, ni tristeza, ni compasión, ni alegría, ni tan siquiera ansiedad o temor previamente a cometer una vileza.
Por supuesto, que no se presenta tal cual porque ello prevendría rápidamente al que tiene delante para que no creyera en nada de lo que dice, y esto lo sabe perfectamente por lo que inicialmente simula emociones que no tiene, simula que tienen el mismo repertorio emocional que los demás.

Ello les permite pasar desapercibidos y trabajar para sus fines sin llamar la atención.
De hecho, llegan a ser tan buenos representando su papel que la mayoría de nosotros vemos en ellos a una persona con carisma, dotada de un gran encanto personal.
Si usted tiene la oportunidad de observarlo, de estudiarlo más de cerca y en profundidad, terminará por advertir un hecho inquietante y desestabilizador  y es que este encanto es únicamente una capa finísima tras la que se oculta la perversión y depredación.

Como este individuo carece de emociones, no hay nada que lo mueva a la acción, pensemos en que su mundo mental está absolutamente congelado, en un páramo donde no crece nada, por lo que necesita continuamente adrenalina y dopamina para activarse y sentirse vivo ya que su tendencia natural le inclina hacia el aburrimiento.

Así para escapar a la frustración ante la que le sitúa su propio vacío emocional irá creando en torno suyo una esfera de caos, dolor y confusión solamente para divertirse y activará su ruta mesolímbica que es la que nos premia con un chute de dopamina que nos hace sentir bien cuando perseguimos algo con ahínco, de hecho un aspecto común en estos perfiles es precisamente esa orientación hacia el logro pero desde el punto de vista competitivo, en el que uno gana a costa de que otro pierda.

Le resultará un hecho omnipresente su narcisismo a ultranza, la idea grandilocuente que tiene de sí mismo, el hacer notar a los demás su superioridad siempre al tiempo que se siente poseído para conseguir cualquier objetivo que se proponga, cualquiera.

Siempre piensa en ganar, en conseguir lo que pretende, al precio que sea, perder no está en su vocabulario y cuando ocurre es culpa de otro.

Por otra parte, estos rasgos tan expansivos de su personalidad, hacen confusamente, que su auditorio encuentre en él a alguien seguro de sí mismo, con una buena autoestima y con capacidad de liderar a otros pero en realidad no son aspectos sólidos sino que solamente constituyen una exacerbación de su yo de la que los demás quedan subyugados porque resulta una representación muy convincente.

Y en cierto sentido esa confusión resulta comprensible ya que este individuo carece por completo de miedo o ansiedad, sentimientos que las demás personas experimentamos ante situaciones de alto riesgo personal o que  involucran el bienestar de muchas personas. Y esa ausencia de miedo la interpretamos como valentía y se guridad en sí mismo cuando realmente solo es temeridad.
A los demás nos pesa la responsabilidad de las consecuencias que anticipamos de nuestras decisiones y eso nos genera emociones negativas que hemos de gestionar.

Ellos no. No sienten preocupación por si las cosas no salen como esperan, sencillamente traman un nuevo plan y se divierten, pero no cejan de querer salirse con la suya..

Prosigamos.

Usted irá descubriendo detalles más sutiles y verá como en realidad el fondo de su intercambio no es tan amistoso como parece  sino que en su fuero interno detesta a cualquiera que pueda oponérsele, a cualquiera a quien tenga que darle la mínima explicación de lo que hace. 

Para él los demás son subordinados y débiles a los que hay que sacarles todo el jugo, que además se lo merecen  por incautos o imbéciles o bien son rivales a los que hay que neutralizar y aniquilar.

En el mejor de los casos le traicionará, le dejará vendido ante los demás, explotará su buena fe e intentará arruinarle y destruirle psicológicamente, conseguirá que le despidan o que termine en una consulta profesional a causa de las heridas que le ha infringido.

Le intentará crear un estado de desconcierto, haciéndole luz de gas, en el que al final usted quede aturdido, indefenso ante su abyecta maldad, atónito al comprobar como incurre en el abandono absoluto de sus obligaciones con sus más próximos, tal vez no en su lado material sino emocional, le aturdirá su irresponsabilidad recurrente, la ausencia de la palabra cumplida, los malos modos, sus frecuentes insultos y vejaciones, su hacerle el hueco, la crueldad y el ensañamiento con que se dirige a valorar el más mínimo de sus actos para someterle, hundirle y reducirle a la mínima expresión. Este sujeto que resultaba tan encantador y deslumbrante...

Para ello no dudará en mentir, mentirá compulsivamente, aquí, allá, es como un deporte, resultándole totalmente indiferente si le pillan haciéndolo, en ese caso, cambiará nuevamente la versión... No crea que se avergonzará.

Querrá manipularle, torcer su propio criterio de lo correcto e incorrecto, pretenderá que se salte su escala de valores, que infrinja su código personal para tener una baza más con la que jugar...

Y para ello le dará información falsa, le ocultará la que no le convenga que sepa, le hará la rosca o pondrá en su boca cosas que usted no dijo, o en la de los demás cosas que no dijeron de usted para que cambie de opinión y actúe como él quiere, lo que sea con tal de ganar a cualquier precio.

Y no crea, no lo hará necesariamente por la recompensa sino por el ganar en sí -recuerde la dopamina- y para ello no le importará transgredir ningún principio moral, recurriendo a la violencia o la extorsión si hiciera falta.

De hecho cuando él gana, ganará él mientras que cuando pierda se lo montará para que paguen los otros y ellos acarreen con las pérdidas. Explotará sus miedos, sus preocupaciones, le dirá que conseguirá para usted aquello que tanto desea y se merece...
En fin, descubrirá como es capaz de prometerle cualquier cosa, no importa el qué, con tal de ganar su confianza y así utilizarlo para sus fines. 

Por descontado que después nunca cumplirá y si lo hace en parte es porque espera todavía obtener algo de esa situación, no se equivoque. Siempre tenga presente, cuando alguien le prometa el sol y la luna, que nadie promete tanto como el que sabe que no cumplirá...

Se compungirá cuando vea como este sujeto participa del juego social como uno más pero con una marcada diferencia: intentando siempre colocarse en los mejores sitios, y observará como carece de miedo como el más mortal de los humanos, y esa ausencia de miedo lo va a convertir en alguien arrojado, impulsivo, atropellador, intrépido, incapaz de medir las consecuencias de sus acciones en los demás por no tener empatía.

Puede entender intelectualmente lo que a usted le ocurre pero no puede comprender lo que eso remueve de emociones en su interior.

Su única aspiración en la vida es obtener el control y el poder por sí mismos, el buscar la autogratificación desde el ejercicio de ambos, emprendiendo una huída hacia delante de la frustración, haciendo de palanca la rabia, la lucha y competencia o la propia excitación sexual en una proyección de conquistas interminable.
Lo mismo le da usted, o yo, o el vecino de arriba, o su propia hija, sus reglas no son las suyas. 
De hecho, no tiene reglas, solamente se va adaptando camaleónicamente a tenor de lo que el contexto requiera.

Desde la perspectiva de una persona común, usted no puede ni imaginar de lo que le estoy hablando en estas líneas. Piensa en lo que le han transmitido los medios de comunicación masivamente, en la imagen de un psicópata peligroso y asesino, sanguinario. Y en realidad es una cuestión de grado.
Y el riesgo de la situación radica en que usted no lo tenga nada claro. Usted piensa que todo el mundo piensa y siente como usted, es consciente que lo hacen de distinta forma pero cree que todos se sitúan en el mismo rango de emociones y pensamientos. Y la evidencia dice lo contrario.

Usted cree que hay un límite que sirve de freno a las personas, uno lo pone la ley y sus consecuencias y el otro uno mismo. Uno mismo frena el mal, el deseo de machacar o de vengarse y no lo lleva al límite porque las consecuencias, el mismo proceso de llegar a ello, nos haría sentir mal. 

Usted puede sentir lo que él otro sentiría cuando le daña, cuando le agrede, y lo siente en su interior. Además, si las cosas en su educación han ido bien, usted ha interiorizado una norma moral que le hace refrenarse, conoce además la ansiedad previa a esa mala acción, los remordimientos que vendrán después, la mirada sancionadora de los otros, la retirada posible de su afecto, en el que usted crece cada día...

Por tanto, antes de cometer una fechoría usted se lo piensa un poco más.
Él no.

Aunque ese es un tema para otro día porque las emociones desbocadas también se traducen en conductas violentas. Pero hoy estamos hablando de la conducta fría y depredadora, de la desactivación emocional.
En definitiva, esta persona no es como usted más que en las formas. Sin embargo, sé que aquel que me lea y haya tenido contacto con alguien con estas características sabrá perfectamente de lo que le estoy hablando, de lo que lo intento precaver. 

Es un depredador, para él los demás sólo son trozos de carne de los que obtener algún tipo de gratificación.

No siente ninguna incomodidad cuando va causando terror y sufrimiento en los demás, sea en casa o en la oficina, al contrario, le divierte manipular y pelear a la gente entre sí, es todo un desafío en el que el divide y vencerás triunfa. Y muchas veces, en la desolación que deja tras de sí no hay un plan para obtener algo sino un mero emponzoñar para divertirse y sentirse vivo.

Los encontrará en el trabajo, estarán allí donde haya posibilidad de medrar y tocar poder y prestigio: directores generales, políticos, abogados, periodistas, propietarios de medios de comunicación, clérigos, vendedores de cualquier cosa: artículos de lujo, cotidianos, acciones o terapias alternativas,...
Y claro, desde esos puestos ejercerán algún tipo de mobbing con todo aquel que le moleste o quiera quitarse de en medio, aunque en realidad no es necesario ni tan siquiera que tengan una razón, es el mal por el mal, no lo intente entender pero no lo pierda de vista. 

Y por supuesto, cómo no, también los encontrará emparejados. Hablo de hombres pero la relación es que de cada 4, 3 son hombres y 1 mujeres. Y su prevalencia en la población es de un 1 de cada 100, en todas las culturas.

Al conocerlo la mujer creerá que por fin ha encontrado a su alma gemela, él le agasajará con cumplidos y ocupará gran parte de su tiempo haciéndole sentir alguien especial. La ensalzará como nadie lo había hecho antes, escuchándola, haciéndola sentir única e indispensable, comparándola positivamaente con su ex. La llevará a los mejores sitios, seduciéndola con regalos y atención y todo sucederá muy deprisa. Tanto que una mañana se encontrará que ya está viviendo bajo su mismo techo, apenas no sabrá ni cómo.

Sin embargo, él no puede con la rutina, no puede llevar una vida estable, con altos y bajos, compartir sentimientos y preocupaciones. 

Se dará cuenta de que  todo era un puro teatro, una burda actuación que él había preparado para que cayera en su red  pero ahora ya le aburre y por tanto vuelve a sentir la necesidad de salir de cacería, a por nuevas presas. Aunque desengáñese, siempre ha sido así, siempre habrá estado llevando contactos paralelos con otras féminas mientras la seducía a usted.

El tiempo que se quede, jamás le será fiel, y de hecho no se ocultará mucho de usted en cada una de sus triangulaciones amorosas. Intentará que se vuelva una persona celosa, insegura, derribar su autoestima para destruirla y subyugarla. Su tristeza y derrota será su victoria, siempre gana, recuerde.

La humillará y denigrará, la amenazará con una crueldad y sangre fría que le sorprenderán ya que habrá pasado en muy poco tiempo de una intensidad amorosa hacia usted a las ofensas, burlas, ninguneos y acusaciones.
Ante los demás se presentará como una víctima... de usted.
Eso le hará sentir que es poderoso, que tiene todo el control, que ha vencido y que usted es una basura.

Si tienen hijos con los que convivan será para tener una cierta apariencia de normalidad o porque obtenga un prestigio u otro favor de usted. Solamente cumplirán con sus hijos en la medida en que los considere posesiones o le sirvan para enfrentarlos contra usted como arma arrojadiza para que sufra. No espere que desarrolle su afectividad con ellos, pues no la tiene. Pueden sentir lo mismo por ellos que por un desconocido.

Ellos no aman, a nadie, esas funciones están a oscuras, sino que su única aspiración es poseer y controlar, dominar. Cuando se cansan rompen sus juguetes y los abandonan sin más.

Robert Hare es la persona que más sabe en la actualidad de este tipo de individuos, los psicópatas, y nos dice algo desalentador pero importante de saber. 

¿Por qué? Porque están entre nosotros y tienen una apariencia normal, no los identificamos, pueden ser cualquiera: su padre, su hermana, un buen amigo, su encantador alcalde,... o usted mismo.

Y precisamos reconocerlos porque esa es la diferencia entre estar a salvo o convertirse en una de sus víctimas sin ni tan siquiera identificar qué es lo que ha pasado exactamente y que usted se acabe creyendo que la culpa es suya y que se lo merece.

El psicópata no tiene cura porque no sufre una enfermedad mental sino que lo suyo es un trastorno de la personalidad, es decir, una manera de ser. 

Son imputables porque pueden distinguir perfectamente el bien del mal pero les da igual las consecuencias de lo que hacen, incluso a muchos de ellos, no les importa ni siquiera acabar en la cárcel. 
Por tanto, necesitamos aprender a identificarlos para que no nos cojan desprevenidos. 

La mejor opción en estos casos es como dice Hare: Correr, correr, muy lejos...

Y si usted no puede porque tal vez comparte hijos, necesita el trabajo en el que está, ha de articular su vida de manera que alguien pueda mediar entre ambos en el primer caso, y en el segundo le recomendaría de nuevo... correr, correr y ponerse a salvo.

Por María José Pozo