LA FORTUNA DE HACER FORTUNA
Somos ricos, amor.
Por fin, aquellas acciones subieron, el número de lotería que compraste salió premiado, me subieron el sueldo cinco veces más y tengo aquí un boleto de regalo a las Bahamas...
Se acabaron las penas y contar y recontar lo que llevamos en la cartera, se terminó el comprar hilo para zurcir, ya no habrá que preocuparse de cómo pagaremos los gastos del próximo mes...
Dejaremos de ser parias, ¡parias! y empezaremos a ser visibles para aquellos que no nos querían ver, no tendremos que bajar la mirada ni sentir la vergüenza de ser pobres. Es tremendo, menudo golpe de suerte.
Qué fortuna es hacer fortuna. ¿No crees?
Así es, así es.
Nuestro dinero llenará cualquier carencia. Bien, bien eso está bien.
Pero amor, no puedo parar de querer, el deseo de tener es implacable y me tortura con su más y más y aunque ahora lo puedo comprar todo, al cabo de un rato se me agota la satisfacción.
¿Qué me pasa? ¿Te sucede también a ti?
Sí, sí, algo parecido pero particular al mismo tiempo.
Veo que tengo nuevos amigos, personas que antes me ignoraban sencillamente sienten ahora un tierno interés por mí. Y estoy contento pero a la vez esta sensación me parece inquietante. Y los viejos compañeros de tribulaciones y alegrías me miran de soslayo a unos pasos ¿será la envidia? ¿o que dicen que he cambiado?
¿Qué será?
No lo sé.
Quisiera compartir esta fortuna con alguien más que contigo, hacer partícipe a otros porque a pesar de todo no puedo ser feliz mientras el resto del mundo plañe.
Pero qué boludo ¿vos estás loco o qué? ¿Por qué querría yo hacer eso?
Sí, bien loco.
¿Por qué? Porque es bueno y si sabes que algo es bueno y no lo haces, lo pierdes.
Y esa, es la verdadera pobreza.
Y la fortuna, es saberlo.
Cierto, amor.