CUANDO NOS HIEREN LA AUTOESTIMA

Todos los seres humanos desarrollamos lo que se conoce como autoestima. Decimos que tenemos una buena o una mala autoestima pero ¿en qué consiste ésta exactamente?
La autoestima es la idea personal que tenemos de lo que valemos como individuo. Engloba tanto un concepto de lo que creemos que somos como un sentimiento de valía personal así como de dignidad.
En el trato con los demás a veces nos sentimos lastimados cuando alguien realiza alguna acción que viene a amenazar simbólicamente esta idea y estima que sentimos por nosotros mismos. En esas circunstancias, se abre una herida emocional en nuestro interior.
El dolor emocional, psicológico, se experimenta por los mismos canales que el dolor físico. El sufrimiento lo notamos en la mente y en el cuerpo, y éste incluso puede ser mayor que el daño que nos causaría una agresión física.
Imagine que el administrador de su finca se dirige a usted de modo maleducado y le trata como si fuera un delincuente solamente porque olvidó pasar el recibo de este mes de su cuota.
O suponga que sus compañeros de clase, con los que sale habitualmente, han celebrado una fiesta este fin de semana para despedir el período de exámenes y no han contado con usted.
O figúrese que su nuera le ha regalado por su cumpleaños un bonito traje de la talla XXL sabiendo perfectamente que usted usa la M.
En cada una de estas situaciones es de suponer que usted se siente golpeado en el corazón de su autoestima. Siente la punzada de estos desaires como una flecha envenenada lanzada directamente sobre su amor propio.
Usted se mira a sí mismo y piensa que toda persona tiene valor por el mero hecho de serlo, incluso en medio de los errores, se puede mantener ese afecto.
Sin embargo, la realidad parece escribirse de modo muy distinto.
El dolor que le causan esas acciones le hace experimentar pensamientos victimizantes en los que usted se siente atacado y víctima de esos otros que han venido a herirle. Y este dolor es igual o más contundente que cualquier porrazo físico que le propinaran ya que golpea sobre un aspecto medular, que considera intrínsecamente suyo, lesionando la base 616bf-hgdfhdfh56555555sobre la que operamos  en el mundo: nuestro autoconcepto y el valor en afecto que le atribuimos.
La percepción que tenemos en ese instante es que alguien está violentando la esencia de nuestro propio ser de un modo inaceptable. Y de ahí surge: la ira.
Sin embargo, observe un hecho porque es factible que usted no esté condenado irremisiblemente a sentir, más allá del golpe inicial, esa ira. Es posible que no vaya a más, en el siguiente caso.
Si usted cuenta con una buena autoestima seguramente usted se irritará inicialmente. De hecho, es una reacción natural ante una conducta tan ilegítima y ruda como la que le han dispensado, pero será bastante probable que su enojo no escale a ira.
¿Por qué?
Porque una buena autoestima es una defensa ante cualquier ataque infundado.
Sin embargo, si ha desarrollado una mala autoestima esta circunstancia va a contribuir a avivar su ira y se va a generar en usted un cúmulo de pensamientos que desencadenarán más dolor y más ira, en una espiral in crescendo que no podrá detener, si no repara a tiempo en ello.
Esto ocurre cuando usted no se aprecia, cuando se siente inferior, cuandoimagen-1248 piensa sobre usted mismo a través de comparaciones con los demás, cuando se juzga con el rasero de los otros, cuando siente su vida oscura y entre dudas e inseguridad, cuando se le llenan los bolsillos de miedo y se mide solamente por sus fracasos, cuando usted se convierte en el resultado de las sumas y restas de una matemática abyecta,...
A menudo no le damos la importancia que tiene a este hecho.
Piense en ello.
Ponemos, una parte de nuestras decisiones, de nuestro actuar, en manos de los demás. De modo, que puede venir cualquiera, cualquiera, a violentar nuestra armonía.
Se acerca Zutano y basta que le diga cuatro cosas para que usted reaccione a sus palabras con enfado. No piensa, sino que sencillamente se enfada y da una contestación.
Él lo sabe. Y se aproxima a perturbarlo cada vez que quiere espantar su estrés creándoselo a otros.
Pero... No es un destino.
Usted puede salir de esa imposición. Tiene libertad de seguir en el juego o de salir de él. No tiene por qué jugar a un juego en el que va a perder seguro. Puede estar atento y no reaccionar.
Si usted sabe quien es, ningún halago, ningún insulto, le moverá un milímetro de su calma. ¿Entiende? Pero para ello hemos de desarrollar una adecuada autoestima. Pero usted puede preguntarse: "¿En qué consiste eso exactamente?".
¿En decirnos lo buenos y maravillosos que somos y negar cualquier evidencia que manifieste lo contrario? ¿Eso es tener una buena autoestima? No, claro que no.
Para evitar moralizar sobre el tema vamos a hablar de tener una autoestima adecuada o no, mejor que de una buena y una mala ya que son etiquetas que pueden confundirnos.
93178-heridas-emocionales-que-cargamos-de-nuestra-infanciaLobueno no es aquello que es lo mejor, que se presenta a nuestros ojos y a los de los demás excelso y sin defecto alguno. Esto es una quimera que no deberíamos nunca creer, especialmente cuando se refiere a nosotros mismos.
Lo malo no es aquello que es lo peor, y que se nos asemeja deleznable e indigno y merecedor de todos los castigos.
Ambas visiones están sesgadas hacia los extremos y son parciales por lo que desenfocan nuestro asunto.
Cuando llegamos a pensar en estos términos de nosotros mismos es indicativo de que estamos desfigurando la realidad en nuestra contra.
Por tanto, intentaremos ir configurando una autoestima que se corresponda con un autoconcepto realista de nosotros mismos al que irá adherido el amor natural que esa visión nos sugiere. Eso es una autoestima adecuada, aquella en la que nosotros somos capaces de vernos bien incluso a pesar de nuestros defectos. No hay deformación de la realidad, nos vemos tal como somos.
Cuando nos aceptamos tal como somos, con nuestros aciertos y errores, con nuestra imagen-3801fealdad, con nuestras mentiras y miedos, con nuestras buenas motivaciones y con nuestro mal humor, dejamos de luchar contra nosotros mismos y cesamos de estar divididos. Porque desgraciadamente, uno puede actuar con desprecio hacia sí mismo siendo su peor juez. Y eso es un problema.
Somos quienes somos y eso se convierte en un hecho poderoso porque uno se ahorra muchas energías en demostrar a los demás, o a sí mismo, lo magnífico que es.  Y por tanto, puede volcar esa energía en acciones y proyectos. Lo que es pernicioso es creer en una idea tan peligrosa como que uno es un producto que hay que vender. Un pensamiento mercantilista de este tipo resulta nocivo para la persona. Las personas no están en venta, no son productos, objetos, sino sujetos, provistos de una interioridad. La pretensión de querer mercadear con ella creando una ilusión, una imagen que en realidad no existe, es la cosificación del ser y muestra una sociedad enferma.
Uno es, sencillamente es.
Y en esa sencillez nace la autenticidad.
Uno se vuelve auténtico y esto a la larga nos va llenando de confianza. ¿Por qué? Porque uno ya no actúa esperando esto o aquello de los demás, tampoco intenta manipularlos para salirse con la suya. Y esta manera genuina de proceder contribuye a darnos solidez y confianza. Y esta confianza en nosotros que nace de no querer exprimir a nadie nos convierte en alguien confiable y genuino. Y nos damos cuenta, de que finalmente nuestros intercambios con los demás se dotan de una simplicidad que torna la vida menos problemática.
Los problemas están ahí. Es cierto, pero no los vamos a sacudir sobre los demás. Tomaremos la responsabilidad y el compromiso de abordarlos con naturalidad, como una parte más de la vida.
Por tanto, tomar las riendas de su vida supone aceptar las cosas como son, y a usted mismo tal cual es, sin maquillajes, sin máscaras, en su crudeza. Y de esta aceptación surge un cierto sosiego. Uno toma el centro de sí mismo.
Quizá algunos palmeros se vayan, no importa. Usted deja de tener facturas con todo el mundo, desaparecen los debes y los haberes interminables en los que ha de ser, por decreto, de una u otra forma.
El ser uno mismo supone asumir inicialmente una cierta soledad, es cierto, pero es una soledad benéfica en la que uno sale fortalecido y toma consciencia de la importancia de dejar de actuar como un yo-yó, al vaivén de la música que alguien toca. Esa siempre será una posición insegura, terreno no firme.
Usted no tiene que demostrar nada a nadie, si me apura, ni tan siquiera a sí mismo.
A nadie. Más bien usted permanece en el ser porque la mayor parte de nuestro tiempo la pasamos haciendo un sinfín de actividades sin mucha consciencia de por qué las hacemos. Las hacemos pero en realidad estamos en otra parte, nuestra mente está lejos de esa tarea.
El hacer tiene sentido si usted está en la acción. Usted es y hace cosas. Y el resultado de esas cosas si es bueno le traerá una cierta alegría y si es malo le dejará una enseñanza. En ambos casos gana. Y de igual modo esos hechos contornean lo que usted va siendo, le modifican y eso llega a prevalecer sobre el propio resultado de su quehacer.
No es que tenga que hacer algo perfecto, ni que no importe ese resultado pero éste no nos ha de hacer perder de vista los valores en nuestro actuar.
No le hablo tampoco de quedarse quieto, inactivo. El mundo r2759e-imagsadfasesequiere una cierta acción. De ella surge el reto y en él se afianzan nuestras cualidades. Nuestra figura humana brota a cinceladas de ese mismo hacer en el que nos vamos descubriendo. Nuestros errores se convierten en heridas que nos enseñan algo sobre nosotros y el mundo y nos mueven a seguir actuando.
No es que tengamos que mejorar, pues eso implicaría que hay algo en nosotros que no está bien y ésta es una idea muy negativa desde la que partir nuestros actos.
Bastará con que usted haga las cosas lo mejor que pueda, no mejor que el de al lado, no como dice Pepito o Periquito, sino poniendo su esfuerzo en que salgan bien, por el mero placer de intentarlas. El acierto y el error no añaden nada a lo que somos, salvo el que son dos caras de la experiencia y uno cae a veces de un lado o del otro.
El resultado a veces será positivo y otras no tanto. ¿Qué pasa? No pasa nada. Uno se quiere igual.
No tendríamos que estar tan apegados a ese resultado.
La mariposa antes de serlo ha sido pupa y gusano. En realidad, esa belleza es un estado eventual del mismo ser, igual que cuando fue gusano y pupa y se ha de pasar por todos ellos antes de volar. Pero el ser en sí ya estaba dentro de ese capullo bregando, luchando por salir de él mientras fortalecía sus patas que devendrían al madurar en coloridas alas. Pero su belleza si se mira con suficiente profundidad, en realidad, está en todo el proceso, en la perfección con la que se suman cada una de sus fases para dar distintos estadios de un mismo ser.
Respecto a nosotros, lo vital es sentir la curiosidad de salir a la calle y ver qué nos trae el día.
Usted esta vivo. Ése es un hecho grande y un proceso fabuloso. Piense en todos los mecanismos que se han de sincronizar a nivel micro y macro dentro de un individuo para hacerlo tal como es, para posibilitarle el mantener su propia vida.
Es maravilloso. Cada uno de nuestros estados son momentos de una transición en los que nuestra vida transcurre fugitiva...
No invente dramas. Salga y mire a su alrededor y actúe.