Imagine. Usted tiene un problema y lo quiere solucionar. Pero en su planteamiento el problema no es nada que tenga que ver con usted, sino que parte por completo de los demás. Y usted quiere no tener ese problema. ¿Qué hace? Intenta presionar a los demás para que se responsabilicen del problema y usted se quede tranquilamente sin hacer nada. Considera que el problema es por culpa de ellos, y por tanto, ellos son los que han de ponerse a correr. Sin embargo, usted no puede, aunque lo intente con denuedo, cambiar a los demás. En el mejo r de los casos puede influirles pero no cambiarles. Ese hecho les compete exclusivamente a ellos. Bueno, bueno. Quizá alguien cambie a la fuerza, o para no tensar más las cosas, o porque no quiera herirle con la verdad, pero es seguro que independientemente de sus acciones, en su fuero interno, sus antiguas ideas subsistan y no haya en verdad cambiado nada para sí. Por tanto, ese cambio no es en absoluto fiable y se tornará en su contra