LA ESQUIZOFRENIA Y LOS MIEDOS QUE HAY DETRÁS

¿Qué es lo primero que le viene a la mente cuando escucha que fulanito tiene esquizofrenia? Existe un imaginario popular fruto de los prejuicios, y especialmente de la desinformación, en el que se cataloga a los que la padecen de ser personas potencialmente violentas.
La esquizofrenia implica la presentación de un conjunto múltiple de síntomas y manifestaciones tanto desde el punto de vista clínico como laboral, personal, familiar y social. No hay un síntoma cuya existencia sea suficiente para decir que se padece o no padece, sino más bien sus condiciones están entreveradas en toda la dinámica vital de la persona afectada por ella.
Son diversas las alteraciones de la percepción en forma de alucinaciones que aparecen en el cuadro clínico y que absorben toda su atención determinando en buena parte su conducta. Las más comunes son las auditivas que aparecen en forma de voces que le hablan, le comentan y ordenan cosas. Con menor frecuencia se presentan también las alucinaciones visuales, en las que se aparecen formas y personas que no están o están pero deformadas, o las olfatorias y gustativas así como las cinestésicas. Estas últimas se expresan como sensaciones en las que el individuo experimenta cambios corporales que le producen una metamorfosis.
Gran parte de este mundo percibido puede convertirse en una pesadilla en la que estas voces pueden llegar a resultar muy acusatorias e inquisitivas. El miedo de la gente es que detonen en episodios violentos. En la mayor parte de los casos, estas voces suelen adoptar un tono muy crítico con la persona empujando esa violencia internamente, es decir, hacia actos contra sí mismos. Igualmente, las visiones pueden resultar espeluznantes. Por ejemplo, pueden visionar a alguien con cabeza de araña gigante y garras amenazantes de guepardo o sentir que su estómago se está enroscando como una cobra hasta invadirle todo el cerebro. 
Como es esperable estas alucinaciones pueden ocasionar comportamientos extraños que vistos desde fuera sean interpretados como irracionales o "locos" y causen por ello temor. De hecho, las razones de ellos los demás no las vemos, pero suelen estar silentes. 

No es solamente lo que se percibe lo que queda distorsionado en este trastorno, también se modifica la percepción de lo que se piensa de modo que la persona puede llegar a creer en base a construcciones erróneas que su pensamiento no le pertenece sino que otros lo han depositado en su mente y desde ahí lo controlan y manipulan, o creer que que lo está pensando es sonoro y accesible a cualquiera que esté allí o pensar que algo o alguien le está robando sus ideas. Y todo esto sucede dentro de un mundo, en otro submundo en el que se sumerge en un estado de extrañamiento de sí para sí mismo y en una realidad también extraña y que transcurre en más sentidos paralelos a lo que en la historia cotidiana de los hechos sucede efectivamente.

Si el imput que entra y su procesamiento están alterados no será muy sorprendente esperar que el output también quede afectado. Así es, esta percepción excéntrica (en el sentido que se aleja de lo normativo) construye por lógica un contenido también trastornado en la manera de pensar y ordenar los conceptos, de modo que las tentativas de explicación que la persona hace de los fenómenos anormales que experimenta devienen en delirios más o menos sistematizados, lo cual es una estrategia desadaptativa a lo que sucede y contribuye a aislarlo un poco más en su propio mundo mental. Así, puede creer en el orden de esta casuística delirante que los demás quieren perjudicarlo, o que lo persiguen para hacerle mal, o que lo intentan controlar, o que todo se refiere a ellos, o que tiene capacidades sobrehumanas, o que es culpable de todos los males del mundo, o que algo en su cuerpo se ha vuelto anormal o el contacto o presencia de los demás los toca. No obstante, hay que destacar que en muy contadas ocasiones, salvo en un brote agudo en que la enfermedad aparece descontrolada y exacerbada, suelen traducirse estas alteraciones perceptuales en actos violentos hacia fuera.

Lo explicado se traduce en perturbaciones en la conducta social del sujeto. Este es el aspecto más evidente de la esquizofrenia para la sociedad que puede contemplar aterrorizada como la persona afectada por esta enfermedad camina hablando sola por la calle, riéndose o gritando o puede adoptar un talante muy crítico cuando se le muestra descuidada en su aseo o con conductas extravagantes. El uso que la persona hace del lenguaje también afecta a sus vínculos y relaciones personales de forma que muchas de sus contestaciones pueden ser tangenciales, aproximativas, incoherentes, o pueden descarrilar pasando de un tema a otro sin hilazón, en una ensalada de palabras y cacofonías inventadas o pueden responder por asociación fonética o resonancias a lo que se les plantea. Si al uso inadecuado del lenguaje le añadimos el hecho de que además se manifiesta de una manera pobre, o sea, con respuestas escuetas a lo que se le propone, sin añadir ni refinar la información o con respuestas extensas pero vacías de contenido, entonces nos daremos cuenta de que el puente en la comunicación que crean hacia otra persona resulta muy frágil.

Igualmente, el estado de ánimo también queda  trastornado de modo que el individuo presenta un aplanamiento afectivo que se refleja en una expresividad de emociones muy restringida que aparece, muchas veces, de modo incongruente a lo que le está sucediendo. 
Esta dificultad para sentir, para conectar con el otro, para ponerse en su piel y entender y sentir cómo piensa y siente le puede producir en muchos casos un sentimiento crónico de vacío y convertirse en una angustia que se ha de valorar en cada caso por si resbala hasta una depresión. 
Por su parte, si no hay motivación, es de esperar que la acción se congele. La abulia y la apatía contribuyen a que no haya continuidad en lo que emprenden, a llevarlos a una deriva de inactividad física, de deterioro y dejadez, de carencia energética para iniciar lo que sea, o para proseguir con ello,  hechos que desde fuera suelen ser juzgados muy duramente.
La cuestión es que este embotamiento afectivo se profundiza al intensificarse la dificultad que experimentan para disfrutar y sentir placer en cualquier aspecto de la vida. Esta anhedonia les complica el impulso de buscar a los demás o cualquier actividad para sentirse mejor, como hacemos el resto de mortales normalmente tantas veces y sin pensar en ello. Siendo así, su cerco se va estrechando y se van aislando más y más. Si a todo esto le añadimos las alteraciones cognitivas que se aparecen como los problemas que tiene para centrar la atención y sostenerla hasta completar la actividad, las dificultad para planificar y desarrollar un plan para implementar un objetivo o para anticipar las consecuencias de los sucesos así como para encontrar soluciones, nos daremos cuenta de que las condiciones de partida son muy distintas y estas personas aparte de los problemas habituales que puede tener el más común de los ciudadanos han de hacer frente a una serie de circunstancias que adulteran la realidad situándolos en otro meridiano distinto al nuestro. 

La medicación es una parte importante del tratamiento, igualmente la psicoeducación, el trabajo con la familia, los programas de entrenamiento en habilidades sociales, el abordaje psicológico de los delirios y alucinaciones, así como el trabajar desde un marco interdisciplinario de intervención en que la rehabilitación psicosocial se haga en la propia comunidad. La intención es que la persona recupere el poder de decidir responsablemente sobre su propia vida, dentro de las coordenadas en las que le ha tocado vivir, considerando la situación de una manera realista y adaptativa. Aceptando que habrá cosas que pueda y otras que no. 
Toda persona merece tener la posibilidad de sacar adelante su propio proyecto vital, de desentrañar y pulir lo más valioso que tiene para sí y para aportar a los demás, de constreñir y reducir lo que le destruye y hace daño o lesiona a otros. Escribo desde un habitáculo en el que la mesa, el ordenador, la estantería, la lámpara, incluso la ropa que llevo, todo, lo hicieron otros. El mundo se construye con las manos y mentes de todos, en una tarea común, de modo que necesitamos unos de otros. La persona que padece esquizofrenia puede aislarse y el estigma, que es incultura y si rascamos un poco, miedo, puede contribuir a que este aislamiento sea más acuciante y como hemos visto todos nos construimos desde la atalaya que puso otro, con la idea que tenemos de lo que queremos hacer. Por eso, todo esfuerzo en incorporar una realidad distinta a nuestras vidas revertirá en un bien común y ayudará con nuestra comprensión y aceptación a que las personas que padecen esta enfermedad puedan tirar adelante y tener una vida con significado propio, y eso se construye dentro del magma de la sociedad.
Cuando escuche esta palabra "esquizofrenia" piense en lo que se explica aquí y en sus propios miedos, eso es lo que hay detrás de ella...