¿PERO DÓNDE ESTOY?

Para saber dónde estamos es importante mirar de dónde venimos y por qué salimos de allí hacia otra parte. Igualmente, el dónde estamos implica a la vez el pensar más allá, en el futuro, por lo que si todo va bien ha de constituir una parte del camino que deseábamos transitar o con el que nos llegamos a sentir cómodos.
Para analizar todo esto precisamos que nuestra mirada sea desprejuiciada, intentando que nuestras emociones no empañen la realidad para mejorarla o empeorarla. Igualmente, respecto a nuestras recriminaciones o expectativas, ambas nos van a devolver una imagen distorsionada del lugar en el que estamos. Por lo que estaría bien ahorrárnoslas, o arrinconar la voz interior desde la que surgen.
Como la vida de cada individuo es una interacción con su entorno no podemos prescindir de dos parámetros para ubicarnos en unas coordenadas. Necesitamos como mínimo dos puntos: el primero sería cómo hemos llegado a ese cambio vital: si por nuestras decisiones o por las de otros; y el segundo sería si como resultado de esa condición que impone el cambio, estamos huyendo, estancados o rehaciéndonos dependiendo de si tenemos un objetivo o no.
Estos serían los cuatro supuestos que dibujaría la confluencia de estos dos parámetros:
El cambio lo hemos provocado nosotros pero no tenemos un objetivo que perseguir: Este escenario representa una HUIDA. Sería el caso de alguien que en una discusión fuerte con otra persona rompe la relación, en respuesta a un agravio que ésta otra le hizo antes. El cambio hacia la ruptura lo ha incitado ella pero no tenía ese objetivo, esa intención, lo que la coloca en una posición comprometida. La persona no encuentra una mejor solución al conflicto que la disolución de esa relación, y esto es una huida. Carece o no pone en juego habilidades básicas de negociación, de relación o de contención.
Aquí sería interesante trabajar nuestra atención pues ella nos servirá para captar cuándo se nos está escapando de las manos un impulso que puede complicar nuestro bienestar futuro. Al hacernos conscientes será más fácil que no llegue a su fin y detenerlo a tiempo a través del enfriamiento y reflexión. El córtex debe tomar el mando. Aquí sería interesante trabajar nuestra atención pues ella nos servirá para captar cuándo se nos está escapando de las manos un impulso que puede complicar nuestro bienestar futuro. Al hacernos conscientes será más fácil que no llegue a su fin y detenerlo a tiempo a través del enfriamiento y reflexión. El córtex debe tomar el mando.
El cambio lo hemos promovido nosotros y tenemos un objetivo: Éste es el contexto del ¡VAMOS!. Un ejemplo sería el de una persona que se despide de su trabajo por cuenta ajena para emprender autónomamente su propio negocio. No hay mucho más que decir.
El cambio no lo hemos producido nosotros, o sea, viene impuesto desde afuera, y además no tenemos un objetivo a donde ir: Ésta circunstancia nos deja en una situación de ESTANCAMIENTO. Muestra de ello es una persona que es despedida de su trabajo sin esperárselo y se encuentra súbitamente sin un plan de vida y con todas las puertas cerradas hasta que construye un nuevo proyecto y las intenta abrir. O de igual manera, ejemplifica el caso de alguien que es abandonado por su par del día a la mañana sin ninguna explicación y entra por un tiempo en un estado de desorientación.
Y finalmente, el cambio que no hemos originado nosotros pero para el que tenemos un objetivo al que ir: Éste nos lleva al ¡VAMOS!. Por ejemplo, cuando alguien sin imaginar que podría pasarle es prejubilado de golpe y aprovecha esa situación para hacer todo lo que había deseado siempre, que era irse de pesca y plantar berzas. En este supuesto no hay más que decir.
Nuestro cerebro funciona a dos niveles. Uno de ellos parece ser que se pasa las 24 horas del día contándonos historias sobre esto y aquello, jalonadas por deseos y necesidades, temores y apremios. El otro es un metanivel, que nos permite reflexionar sobre estas historias o relatos y valorar en qué medida darles veracidad nos desvía de nuestro rumbo vital. 
A veces, estamos tan obcecados que el miedo, la preocupación, desactivan, cualquier otra emoción intensa desactiva este metanivel o lo lentifica y nos sentimos confusos. Apliquemos el zoom, entonces. Aquello que nuestra atención atiende crece, lo que no, decrementa. Y sepamos que nuestra capacidad de control mental no es cero o uno, sino que va variando por momentos y circunstancias por lo que tendremos que desarrollar una cierta tolerancia a que a veces nuestra cabeza parezca una jaula de grillos y ese hecho no nos espante de modo que sepamos esperar a que llegue la calma.
Por María José Pozo de BCNpsicoterapia.

Por María José Pozo de BCNpsicoterapia.