EL FANTASMA DEL DESEMPLEO
Tener un trabajo no supone solamente tener cierta garantía de que uno va a poder ganarse la vida, sino que además conlleva otros beneficios que hasta que lo perdemos no se hacen visibles.
Cuando se entra en la estadística de desempleados, se desordenan aspectos de la vida que el trabajo mantenía estructurados. Por ejemplo, la persona dispone de más tiempo libre pero es un tiempo que ha perdido el orden y ritmo que le otorgaba el trabajo. De pronto, uno se encuentra con que tiene que llenar todas esas horas con algo que le aporte además un sentido. Y eso tiene su dificultad.
Se pierden también las relaciones laborales que se tenían con los compañeros de trabajo, en donde se compartían experiencias con personas distintas del ámbito familiar. De alguna manera, con la pérdida de estos vínculos la vida personal se empobrece, por definición. Además, la persona se ve privada de la identidad que iba adherida al rol laboral que desempeñaba y que le aportaba seguridad y el reconocimiento de los demás.
Tenemos además a un individuo que siente que ya no aporta nada de valor a la sociedad, ya que el trabajo le vinculaba a otros en metas que rebasaban su propio interés personal. Como veremos, si además queda sin recursos económicos, también se siente fuera de su rol de consumidor. Ni hace ni consume.
Con el paso del tiempo, habrá de obligarse a mantenerse activo ya que se pierden los ritmos que le aportaba el ir y hacer su trabajo.
Por otra parte, su autoestima se ve mermada por la vivencia de una acumulación de pérdidas en cascada, en la que en muchos casos se encuentra día a día ante la indiferencia de los demás o peor, ante la mirada prejuiciada que lo estigmatiza al ver en el desempleado a un inútil, vago o fracasado. Se pierden amistades, porque ya no interesas o por un sentimiento larvado de vergüenza y culpa o sencillamente porque no tienes ni para el transporte.
Si además la crisis no le genera ningún escenario en el que pueda expandir un átomo de esperanza, si se termina hallando ante una ausencia de oportunidades reales para regresar al mercado laboral, se va minando su autoestima y puede llegar a experimentar una impotencia frente a esa realidad que vive muy limitante. Es posible que interprete -de manera correcta, en muchos casos, que haga lo que haga no sirve de nada para mejorar su situación y emplearse. Si además las políticas activas de empleo basan una parte de sus actuaciones en lecciones de coaching en el que se les hace responsables de solucionar un problema que en gran medida es estructural y cuyo responsable son las políticas erróneas que se han llevado una gran capa social por delante a costa del beneficio y avaricia de unos cuantos... entonces, la solución queda lejos.
Las familias, su apoyo, ha amortiguado en gran medida el olvido e indiferencia del Estado. Todo y que también han aumentado los malos tratos y la convivencia de personas desavenidas bajo el mismo techo.
Digamos que se ha psiquiatralizado el escenario, y se medican ansiedades fruto de la angustia de carecer de un futuro, y depresiones como consecuencia de la desesperanza aprendida que es son cuadros psicológicos que conducen a la marginación. Pero la marginación está al margen. Socialmente no hace ruido. Los resignados se autoaíslan.
Sin embargo, es muy curioso. Cuadros psicológicos, síndromes de desempleados, ansiosos, deprimidos, que coqueteaban con las ideas de suicidio, de golpe sucede algo… encuentran un trabajo y se curan. No queda vestigio de ansiedad ni de depresión, la autoestima se repara y poco a poco vuelve a ser visible para los demás. Lo cual merece una reflexión...
Corremos el peligro de tomar por enfermos mentales a personas que quizá sufren síntomas que son consecuencia de un sistema que los deja solos, pobres y estigmatizados cuando las las cosas se ponen feas.
El fantasma del desempleo recorre nuestras calles... ¿qué vamos a hacer? ¿Dónde están los grupos de apoyo para amortiguar los efectos del desempleo? ¿Y las políticas de reactivación que eviten períodos largos de paro? ¿Y la inversión en educación? ¿Y los dispositivos en atención primaria que escuchen y deriven a otros recursos y asociaciones, que detecten casos en riesgo y que realicen prevención en depresión y suicidios? ¿Dónde están las ayudas reales a emprendedores con tarifas planas de autónomos hasta que por lo menos pasen cinco años ya que un elevado porcentaje de empresas se hunde en ese período por las cargas impositivas? ¿Dónde está esa formación ocupacional y complementaria seria encaminada a formar nuevos perfiles en vez de autoalimentar la psicología del libro El Secreto?
Es una estafa, no una crisis como explica el relato oficial.
Más que nunca es importante asociarse, el capital colectivizado, la reivindicación, el no conformarse, la protesta ante la injusticia, el defender los valores de la solidaridad ante la caída de nuestros proyectos vitales. Ello da sentido a nuestro dolor, una parte del cual es inevitable y la otra, la que no, hemos de exigir, y también luchar, para cambiarla.
Por María José Pozo de BCNpsicoterapia.