¿POR QUÉ SENTIMOS EMOCIONES NEGATIVAS?

Estamos tristes, enfadados, alegres, angustiados, desconfiados, frustrados, celosos, entusiasmados,... ¿se han preguntado alguna vez por qué sentimos todas esas emociones? ¿De dónde surgen? ¿Para qué sirven? ¿Cuál es su finalidad en nuestras vidas?
Bien, en primer lugar las emociones nos revelan que algo importante está sucediendo y que, por tanto, hemos de estar atentos.
Quiero que imaginen la siguiente situación:
Está de safari fotográfico en África. Usted está tomando muy buenas fotos, ensimismado en la tarea, sin darse cuenta se retira del grupo. De pronto, alza la cabeza y ve que frente a usted tiene a un leopardo.

Usted no se pararía a pensar si es mejor hacer A ó B ó C y sopesar todos los pros y los contras de cada opción antes de decidirse. No lo creo…
No, su reacción tiene que ser más rápida si no quiere que el leopardo le haga Ñam Ñam. Necesita un mecanismo que se active automáticamente ante el peligro y le dé la solución instantánea. Eso hacen las emociones.
La cosa va así: Usted ve el leopardo, siente miedo y esa emoción le impulsa -sin pensárselo- a actuar velozmente para escapar del peligro. Entonces usted sube a un árbol, grita pidiendo ayuda o corre como alma que ha visto al diablo, o todas estas cosas a la vez...
Realmente usted es uno de esos tipos con suerte. Inexplicablemente el leopardo ha detenido su carrera. Resulta que acaba de recordar que el mes pasado se hizo vegetariano. Es un caso único en la historia de los leopardos, no hay antecedentes. Pero ya ve, ha topado con un ejemplar único. Bueno, por si se lo piensa, porque en la vida uno puede cambiar de opinión, usted muy sensatamente no detiene su carrera y se sube en marcha a un autocar plagado de turistas orientales que casualmente pasaba por allí.

Podríamos decir que su miedo le ha salvado. ¿No es así?
Ésa es la finalidad de las emociones, nos protegen.
Las emociones son un mecanismo eficaz con el que la evolución, a través de la selección natural, nos ha dotado para adaptarnos al medio que nos rodea.
El funcionamiento es el siguiente:
En el interior de nuestro cerebro está la amígdala y otras estructuras del sistema límbico que constituyen la sede de toda la información emocional. La amígdala desempeña un papel importante y hace de vigilante, por lo que está especializada en detectar situaciones peligrosas. Por ejemplo: una piedra que viene hacia nosotros, el crujir de una puerta en la noche, esa sombra tras la ventana o la mirada hostil del jefe cuando le damos un sí poco convincente…

Por tanto, cuando la amígdala detecta “algo” relevante que pueda suponernos una amenaza da la alarma y nos genera una emoción que cambia tres aspectos que nos impulsar a movilizarnos y dar una respuesta a la misma rápidamente:
En primer lugar, cambia nuestra mente y es como si nos dijera “eh, mira aquello” para que centremos nuestra atención en ese potencial peligro y después se pregunta algo así como: “¿qué sabemos de esto, es peligroso, nos dañará? ¿En la memoria hay sobre esto que nos sirva ahora?”. Es decir, automáticamente nuestra mente se pone a buscar en los archivos de memoria toda la información pasada que le pueda ayudar ahora.
En segundo lugar, cambia nuestro cuerpo de modo que se activan una serie de mecanismos que garantía un plus de energía para que llevemos a cabo la acción. Así respiramos más rápido, el corazón se acelera, se liberan hormonas al torrente sanguíneo…
Y en tercer lugar, cambia nuestra conducta de manera que esa emoción que genera unos cambios fisiológicos y corporales nos empuja a hacer algo y eso se traduce en una acción.  
Si el peligro lo tenemos delante actuaremos sin demora y lucharemos o nos alejaremos, o nos quedaremos paralizados.
Pero la situación puede no necesitar, porque no suponga un riesgo vital para nosotros a corto plazo, una respuesta instantánea.
Las emociones positivas nos llevan a que realicemos acciones para obtener más de aquello que nos las provocan, mientras que las negativas nos conducen a emprender acciones para obtener menos de eso que nos las está produciendo evitándolo o apartándonos de ello.
Independientemente de que las valoremos como buenas y malas, lo que nos aportan es una información importante para alumbrar el camino a seguir, para hacernos una hoja de ruta aproximándonos a lo que nos da felicidad o bienestar y alejándonos de lo que no lo hace. Por tanto, las emociones negativas nos están avisando de aquello que deberíamos evitar, no consentir, no alimentar, de aquello de lo que tendríamos que alejarnos porque es dañino. Es preciso escucharlas y hacer algo para reducirlas.
Así, como vemos, nuestras emociones negativas nos protegen, en realidad.
En otra oportunidad hablaremos de qué pasa si son demasiadas, entonces no son tan adecuadas. Veremos por qué.


BCNpsicoterapia for María José Pozo