MITOS SOBRE EL CAMBIO

MITOS SOBRE EL CAMBIO

En ciertos aspectos, vivimos dentro de un PARADIGMA en el que los individuos achacan sus dificultades vitales y personales a algún tipo de defecto o error que es consustancial a ellos y del que piensan deberían despojarse para sentirse bien. Piensan que si se equivocan es porque son en sí, ellos mismos, una equivocación. Y esto es un despropósito. Este paradigma es autodestructivo pues parte de un modelo de ser humano que se construye desde lo negativo, desde la carencia, desde lo que le falta y no tiene. Esta manera de vernos, imperfectos, incompletos, lleno de graves errores o defectos de fábrica que hay que corregir es fuente de un gran sufrimiento evitable.
Y llegados aquí, algunos se plantean un CAMBIO.
Tenemos a "aguien" que quiere cambiar, dejar de ser un fracasado, un inútil o un inepto o el tonto del que se aprovechan todos o lo que sea que se diga a sí mismo y no le guste.
Y entonces aparece otro -de forma providencial- que viene y que le vende, o dicho de otra forma -que quiere que le compre- que para estar bien usted no se ha de gustar, no se ha de aceptar y, por tanto, ha de desear no ser quien es, ha de desear ser de otra manera, de la forma en que le dice “otro” que sí que sabe lo que es correcto o está bien. Y le muestra una dirección de cambio en la que aparece usted vigilante, expectante en todo momento, infatigablemente censurándose, fustigándose y corrigiendo constantemente sus variados y resistentes defectos, sin poder tomarse un descanso.
Y usted le hace caso porque sus allegados, sus amigos, los que le educaron, la televisión y otros medios de comunicación, la sociedad en general, le venden esa misma idea, la de que hay una MANERA DE SER correcta, un modelo a seguir y que todo lo que a usted le pasa es por estar muy lejos de ese modelo. Todos ellos, algunos incluso con la mejor intención, pretenden transmitirle un determinado guión sobre cómo DEBERÍA SER usted para estar bien. El aspecto implícito que revela esta forma de pensar es que existe una manera CORRECTA DE SER. Y no es verdad.
Si lo piensa bien esa idea de cambio en sí misma es bastante frívola y superficial y los resultados que consigue son bastante irrelevantes. Esta idea de cambio personal arranca de un concepto negativo de ser humano en el que se nos plantea una mejora a través de hacer cambios en partes o de cambiar conductas a base de repetirnos frases -porque si fuera así el potencial de mi loro es descomunal- o como si nuestra mente pudiera vaciar su contenido con tan solo hacer un reset o dar al botón de olvidar o de eliminar. Y esto no es posible porque contradice nuestro funcionamiento cerebral. Nuestros hipocampos graban la información relevante mediante un chute de dopamina, creándonos un recuerdo emocional sobre algo que es importante que no olvidemos para nuestra supervivencia. Por lo que no, no hay forma de hacer este reset total.
Este tipo de arreglo rápido y fácil es un espejismo, sólo cambia el problema de lugar y lo coloca en otro sitio.
Además, es una visión demasiado combativa, que no nos puede traer paz, ya que nos mantiene en una constante lucha con nosotros mismos, al obligarnos a fijar continuamente nuestra atención en buscar en lo que nos equivocamos, en lo que hacemos mal, en lo negativo, para así mantenerlo a raya. Es ingenuo creer que, desde una perspectiva de autovigilancia permanente podamos llegar a sentirnos bien y cambiar algo. Es más probable que nos llene de sentimientos aflictivos y genere en nosotros lo contrario que busca, es decir, que nos lleve a resistirnos a hacer un cambio efectivo.
Pues bien, esta “manera de ver” ha resultado ser errónea ya que no es cierto que tengamos un acceso privilegiado a la verdad, y por tanto, no existe una forma correcta de ver o de ser. Lo que implica que tampoco hay una manera incorrecta de ver o de ser. Por tanto, no podemos afirmar que nuestras dificultades vitales se deban a nuestra forma incorrecta de ser en el mundo.
Nuestro cerebro tiene limitaciones para procesar la información. No puede abarcar toda la realidad, todo lo que pasa en todo instante, todo lo que hay, todos los estímulos, sino que tiene que seleccionar –con el foco de nuestra atención- los más relevantes para hacerse un mapa mental de la situación. Ese mapa mental es la imagen que nos hemos hecho del mundo. Se puede decir, por tanto, que nosotros no operamos con la realidad sino con abstracciones de ella.
Tenemos una idea de cómo es el mundo, de cómo somos nosotros, pero solamente son ideas, imágenes, que sirven para representarnos la realidad pero no son la realidad. Sobre la realidad no manejamos información de primera mano, salvo cuando nuestras construcciones fracasan como cuando nos damos un golpe y descubrimos una pared de forma incuestionable.
Sobre la realidad operamos exclusivamente con información simbólica, sobre quienes somos igual. No podemos acceder a quienes somos directamente, sólo hacernos una idea, que además no es objetiva sino que depende del punto de vista que elijamos para enfocar.
Así, lo que nos revelan las cosas no es como son en sí, ya que no tenemos un acceso directo a las mismas, sino más bien aspectos de cómo somos nosotros, de a qué damos relevancia con el foco de nuestra atención.
En este contexto, cambiar ya no supone -como creíamos y habíamos comprado- dejar de ser quienes somos para ser el que otros desean, no. No es tampoco abandonar nuestra identidad errónea, ni cambiar de personalidad como cuando uno se desprende de un traje…
Cambiar supone trascender, o sea, ir más allá de ese FALSO YO que la sociedad -o uno mismo influido por ella- piensa que deberíamos ser. No hemos de cambiar como somos, estamos bien así. No es cierto que seamos seres incompletos, imperfectos. Somos seres humanos vulnerables, falibles. Ni más ni menos.
Insisto. El error no está en lo que somos, en quienes somos; el error es creer que existe un punto de vista sólido desde el cual puedo explicar la realidad porque la realidad cambia y por tanto, es lógico que las explicaciones también lo hagan.  La realidad no es blanca ni negra, sino una curva de probabilidades en la que en cada punto se despliega un aspecto diferencial de la misma.
Sin embargo, nosotros, muchas veces, nos aferramos a modos de hacer, a ideas sobre las cosas, a las palabras que nos parecen firmes, a formas de comportamiento como si estos fueran aspectos estables del mundo, cuando la verdad es que las circunstancias cambian.
La vida, por definición, muda. Y para seguirla, debemos de mudar también nosotros, cambiar el foco de atención, poner nuestra mirada en otros elementos, cambiar de perspectiva, para crear un nuevo mapa mental porque el que habíamos confeccionado para describir la realidad ya no sirve. Quizá hemos dibujado cosas que no existían y nos hemos enfocado en ellas, por lo que hemos estado dando vueltas en círculo; o quizá faltan elementos importantes que no hemos visto porque enfocábamos nuestra atención en otro lugar o quizá el mapa entero está mal y no refleja para nada nuestra nueva situación o quizá se pueda salvar sólo una parte…
Como sea ya no nos sirve para manejarnos ante esta realidad.
Deberemos, por tanto, rehacer nuestro mapa mental, aventurarnos a actuar, pensar de otra manera, para poder encontrar nuevas referencias que nos permitan movernos en él. Tendremos que ir rediseñándolo sobre la marcha, eso es la vida.